23 de mayo de 2006

EL COLOR DE LA TIERRA

No se te olvide darle vueltas al maicito
Quien quita y llueva pa´que nazca parejito
Y si Dios quiere que se de chulo esta vez
Mandas decirme, pa´venirlo a recoger

Guillermo Velázquez
La Flecha.

Mi papá se cruzó de mojado “al otro lado”, se fue a trabajar a los Estados Unidos cuando yo tenía siete años. Se fue por las mismas razones que se van miles de compatriotas, que ya en aquellos años, vivían una situación económica terriblemente difícil. Recuerdo bien que el día que partió de casa, llevaba un sweater de lana blanca, grueso, para resistir las heladas de ese invierno crudo.

Se fue con su compadre José, mi padrino, que en esa época tenía a su esposa embarazada y a él lo habían alcanzado los recortes de personal en la fábrica de jabones donde trabajaba. Mi papá pasó por algo similar. La mueblería donde trabajó por algunos años quebró, o se cambió de dueño, no sé qué pasó exactamente, pero el caso es que dejó de existir y todos sus trabajadores quedaron sin empleo. Era el segundo trabajo que había tenido mi papá desde que se casó con mi madre ocho años antes. El anterior era como distribuidor de una empresa de botanas que se llamaba Pepe Frico, una empresa que apenas estaba en desarrollo y que, como sucede en el capitalismo, quebró por no poder competir con las grandes empresas con apoyo transnacional. Mi papá vio como opción irse a trabajar a los Estados Unidos.

En ese entonces no se hablaba de reformas migratorias ni de boicots ni protestas. Los gringos recibían más o menos bien a los latinos y su mano de obra barata (más barata que la de los gringos) que emigraban en busca del “sueño americano”. Mi papá también fue en su búsqueda con un éxito a medias en su empleo como camarero del Motel Ramada Inn, en San Antonio, Texas, donde hacía jornadas hasta de 18 horas al día, lavando trastos, haciendo limpieza en general y otros trabajos. No sabía inglés, (hasta la fecha no lo habla), pero el idioma nunca fue problema, porque ya en esos años, el sur de los Estados Unidos estaba habitado por muchísimos hispanos que residían principalmente en los estados de California, Arizona y Texas. Me lo imagino azorado por el tamaño de los edificios y por la agitada vida en aquel lugar donde no hay espacio para la convivencia entre vecinos. Todo es trabajar para ganar dinero y preservar el esquema: acumular-comprar-acumular.

La ventura llevó a mi padre a conocer también San Luis Missouri, lo recuerdo porque, lleno de orgullo, en sus cartas nos mandaba fotos postales con vistas aéreas del Gateway Arch sobre el Río Mississippi y el estadio de beisbol de los Cardenales. Y nos mandaba dólares - que cambiábamos a 12 pesos cada uno - doblados entre las cuartillas de papel que escribía cualquier noche en que añoraba el hogar, ilusionado con un futuro sin carencias para sus entonces, apenas dos hijos y emocionado de vivir en carne propia el “way of life” de los gabachos, desayunando Ham and Eggs en Mc Donald´s, acompañado de una Diet Coke, y escuchando boleros de tríos mexicanos en su radiograbadora Sony.

Pero también, aquella muchedumbre y los altos edificios, aquellos Free Ways con interminables torrentes de autos, hacían más anónimo a mi padre y a todos los que desapercibidos flotaban de aquí para allá en los devenires de las grandes urbes norteamericanas. Esas ciudades enormes que se tragan a la gente, que la engullen en sus calles y avenidas, en contra posición del espíritu provinciano de mi ciudad natal, todavía a principios de los 80´s. Allí donde toda le gente se conocía y se saludaba, donde el aire se respiraba libre de contaminantes y la polución por ruido era inexistente. No era necesario militarizar las fronteras ni levantar muros, símbolos de una mala relación de vecinos.

Que decir de quienes se iban, se van todavía, dejando no solamente a la familia en espera, a los hijos escuálidos y a la esposa cansada y siempre llorosa; sino también a la tierra sin trabajar, seca, que yace cubierta de una palidez sombría, como si estuviera muerta. A veces me pregunto de dónde toma la tierra su color. Pienso que si los pintores quisieran ilustrar una imagen agreste, retratando su gran pobreza, acudirían al color de la piel morena de los hombres, mujeres y niños humildes que la pisan con sus pies descalzos y la riegan con su sudor y su llanto. Creo que ese singular tono proviene de la inocencia infantil que se va impregnando en cada paso, poco a poco hasta agotarse. De los niños que crecen en el campo mexicano, pobre, desesperanzado.

Niños que crecen malcomidos y apenas tienen edad suficiente, se echan una manta al hombro y se van a sufrir abusos de polleros insensibles que les exprimen todo el dinero que pueden y luego los abandonan en mitad del desierto; y se van a padecer hambre y sed y hasta se exponen a ser trofeos de caza de asesinos racistas. Todo por la posibilidad de encontrar del otro lado del Río Bravo, una esperanza de vivir mejor, algo que en su propio país les es negado.

Mi papá volvió unos años más tarde, llegó a casa con muy pocos dólares y su ropa y algunos dulces en una maleta con hoyos por donde se escurrió el sueño americano. Desde entonces conduce un taxi.

EPPUR SI MUOVE   XIV
(y sin embargo se mueve)

Y cuando mi ardiente pecho / Yazga inerme en el túmulo /El cielo será mi lecho / Cerrado de enormes cúmulos.

Y cuando ore una plegaria / Hasta tus oídos llegue /Flexípeda y estrafalaria / O simple murmullo leve.

En tanto anda presurosa /Por do te lleve tu suerte /Con ese desdén de diosa/ Que desafía hasta la muerte

Verás entonces que he sido / Ínclito y febril tonante /Gárrulo de hablar florido /Tibio beso de un amante.


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Publicado en el periódico El Informador del Mayo. Navojoa, Sonora

24 de abril de 2006

LA BICICLETA

Cuando vi a los niños pasear en sus bicicletas por la plazuela del pueblo donde pasé los días de asueto de la Semana Santa, no pude evitar recordar la época de mi niñez en que yo aprendí a usar ese vehículo. Era una Windsor blanca con las salpicaduras color naranja que me amaneció en la navidad de mis nueve años. Tenía un asiento grande, de piel color negra, con una horqueta cromada como respaldo, de donde mi papá me sujetaba en tanto yo aprendía a pedalear con equilibrio. Pero alguna vez me tenía que soltar y caí como es casi inevitable al experimentar las primeras veces en esa bicicleta que era, ahora que lo pienso, demasiada alta para mi edad.

Pensaba en mi vieja bici, que aunque fue la primera, no es la que me trae mejores recuerdos de mi infancia, sino aquella Vagabundo color verde con letras amarillas, usada antes por uno de mis primos mayores, de quien yo heredaba casi todos sus juguetes. La Vagabundo era característica por tener una rueda delantera muy chica y unos manubrios como cuernos de carnero, eso la hacía diferente y yo me sentía original atravesando veloz las calles empedradas de la ciudad, desde el barrio de Tlaxcala hasta el barrio de Santiago, pasando por el mercado República por el lado donde se ubican los puestos de hierbas que curan de mal de ojo, diuréticas, laxantes y remedios caseros para atraer la suerte, el amor y el dinero.

Ningún lugar mejor para andar en bicicleta como el campo. El aire fresco del medio rural, la tranquilidad característica de las poblaciones pequeñas, todo ese ambiente bucólico en el que se combinan el piar de las aves de corral y el olor a leche fresca por las madrugadas, hacen propicio el uso del invento de Kirk Patrick McMillan, en las tardes cálidas, cuando el sol se despide y la luna se asoma trémula para después mostrar su plenitud que ilumina la noche como una candela.

Así fueron para mí estos días de asueto. Corrí feliz al lado de Anehtzi, que a sus 9 años estaba aprendiendo a andar en bicicleta, en la plazuela de un poblado llamado Estación Obispo, el mismo donde años atrás su mamá, Olivia, cuando tenía la misma edad, también aprendió a usar la bicicleta. En esa ocasión de ejercitarse, Olivia pensaba en mantener fijos los manubrios sin virarlos para dar vuelta y el percance sobrevino contra un limonero que detuvo su inocente carrera. Alguna vez le dije a Olivia que la bicicleta es como la vida, al principio uno se sube y se puede caer, pero hay que levantarse cada vez hasta aprender a andar bien en ella. Después, es más difícil que uno se caiga.

Anehtzi también pasó por lo mismo y quedó huella de su intrepidez en algunos ligeros raspones, que sanaron pronto pero llevan algo de sabiduría. Se me ocurre que subir por primera vez a la bicicleta tiene algo de madurez, es como el principio de una nueva etapa de la vida, como el empezar a caminar o como los polluelos de águilas cuando su madre los suelta a volar. La vida tiene otra perspectiva después de ese paso.

Es un logro que media de manera importante en la formación del carácter, educa en una cultura de esfuerzo. No es gratuito que los pedagogos modernos lo utilicen como analogía formativa en el proceso de enseñanza – aprendizaje, como un sinónimo de aprender y entender. Por todo eso, pero sobre todo porque en la edad adulta, los recuerdos de las infantiles andanzas en los que somos imaginarios quijotes o tripulantes de naves espaciales, nos permiten conservar ilusiones, nos permiten seguir soñando como en la tierna niñez.

Felicidades Anehtzi.

EPPUR SI MUOVE   XII
(y sin embargo se mueve)

Tus manos lo tocan todo / Tocan el cielo y a la misma luna / Es un misterio que de cualquier modo / Llega sublime cual canto de cuna / De lo que nace, lo que termina / Lo que fenece y lo que germina.


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Publicado en los periódicos Noroeste. Culiacán, Sinaloa y El Informador del Mayo. Navojoa, Sonora.

20 de abril de 2006

LOS CONSEJOS DE MI MADRE

 

Mi madre, además de inculcarme su fuerza para enfrentar los escollos de la vida, me enseñó a hacer algunas labores domésticas que mi vida solitaria ha valorado enormemente. Me enseñó a cocinar friendo huevos y papas cortadas en rodajas, me enseñó a remendar mis propios calcetines y a mantener cierto orden en mis cosas. Pero creo que la principal enseñanza fue esa, cuando me advertía sobre cualquier peligro, por minúsculo que éste fuera. ¡Cuidado m´ijo!, me decía con su voz atiplada y su delantal sobrepuesto, que caracteriza a las madres hacendosas del barrio donde vivía a mis ocho años. La imagen es clara, como si fuese reciente.

Debo admitir que a esa edad el consejo no había sido asimilado en la dimensión de su significado más amplio, el que Doña Hermelinda, mi madre quería comunicarme. Esto ocurrió con el tiempo. Le explico, lector.

A mi madre le gustaba que su primogénito –o sea yo- cooperara junto con mi hermana en las actividades del hogar, una forma muy sutil para hacernos comprender que el alimento hay que ganárselo. Cuando venía de la escuela, me tocaba hacerle los mandados a mi mamá. Había que ir al mercado y escoger bien la verdura, el tomate y otros encargos.

–Fíjate que te den el kilo completo de fríjol, porque Don Toño es muy tranza-  me decía– y estando frente al tendero me acordaba de aquellas palabras y vigilaba muy bien la pesa y el llenado del cucurucho de periódico que después metía en la bolsa de hilo plástico en la que cargaba el resto de las mercancías. Contaba muy bien los ocho pesos y cincuenta centavos (de aquellos) que debía pagar por el kilo de fríjol Flor de Mayo. Casi siempre, después del mercado, mientras mi mamá guisaba en inolvidables ollas de peltre, aquellos caldos cuyo olor se esparcía por todo el vecindario, me tocaba ir a comprar las tortillas, actividad que disfrutaba porque Doña Lupita, la vendedora siempre me regalaba una tortilla con sal por la espera en la fila.

En una ocasión cotidiana como esa, no recuerdo el motivo por el cual me distraje cuando estaba a punto de cruzar una transitada avenida. De pronto escuché un grito lejano, lo escuché con el instinto que hay entre madre e hijo, más que con el oído. “¡Cuidado m´ijo!”. Esta vez mi madre me prevenía del automóvil que casi me arrolla, de no ser porque aquel grito me hizo retroceder un paso, lo que fue suficiente para no ser atropellado. 

Desde ese día la voz de mi madre se hace presente en mi cabeza cada vez que siento algún peligro, eso me ha ayudado a sortear dificultades grandes y a prever eventuales riesgos. Ahora soy en extremo precavido, y miro hacia la derecha y hacia la izquierda, no solamente para cruzar la calle. Por eso es muy difícil que alguien me haga tonto, por eso mismo intuyo cuando alguien intenta aprovechar alguna condición para sacar ventaja.

En los días recientes he advertido la presencia de ese llamado a la precaución con el que mi madre me anticipaba el peligro. Cierto día de la presente semana, un personaje de la política, aspirante a la presidencia municipal por el PAN, visitó las oficinas donde trabajo con el pretexto de repartir propaganda del candidato a la Presidencia de la República por ese instituto político. Amablemente le rechacé el folleto que mostraba a un Felipe Calderón sonriente, con un semblante de confianza tal vez por la ignorancia de la división que vive el PAN en Sonora. El caso es que el señor que  algunos conocen con el mote de “Pilinqui”, se sorprendió cuando le puse de vuelta en su mano la propaganda que me entregaba.

-¿Entonces no vas a votar por nosotros?- me inquirió. Por supuesto que le contesté con una negativa, porque el enorme trabajo que se ha realizado en la presente administración encabezada primero por Gustavo Mendívil Amparán y ahora por Alberto Natanael Guerrero López, no será fácil ya no digamos de superar, sino al menos de igualar. No quiero que mi voto contribuya a que alguien estropee con un populismo mal entendido todo lo avanzado en este lapso, en materia administrativa, en capacitación al personal, en recursos humanos con el trabajo organizativo que se efectuó a través del Instituto Sonorense de Administración Pública (ISAP), pero sobre todo en obras que le dan otra imagen a la ciudad y al municipio en general, como el puente sobre el Río Mayo, como la pavimentación en colonias, la rehabilitación de calles, la recuperación del servicio de agua potable, y una buena lista de etcéteras más.

Escuché a mi madre prevenirme siempre de aprovechados, impíos, crueles, inhumanos, perversos, déspotas, insensibles. Por eso seguiré sus sabios consejos y no me dejaré engañar por candidatos como el que hacía de propagandista aquella mañana. Ni de otros que dicen que convergen en ideas e intereses…

EPPUR SI MUOVE   XI
(y sin embargo se mueve) 

No era tu voz, eras tú / La que cantaba flores rojas y amarillas / Cantabas las casas, las flores, las nubes / Las estrellas de esta noche /Que son tuyas y son mías.

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LAS NOSTÁLGICAS FIESTAS

El cumpleaños de Don Lorenzo se celebraba en Agosto, justo en el mismo mes en el que años atrás había perdido la mitad de su pierna derecha en un accidente de carretera en el que él conducía un camión que transportaba material para construcción. Ahora usaba una prótesis de hierro pesadísima que ajustaba al muslo con unas correas de cuero. Doña Juana Ávila, su mujer, se esmeraba en el metate moliendo las semillas de cacahuate, junto con el chile ancho y el mulato y las almendras. Recuerdo verla hincada con las faldillas recogidas, pero sin dejar jamás el rebozo que la acompañaba todos los días desde las cinco de la mañana. En la otra orilla del metate, la pasta oscura del batido caía sobre un recipiente de plástico, que luego se rebajaría con caldo de pollo y se le agregaría el chocolate y el ajonjolí para preparar el sabrosísimo mole como sólo lo sabía hacer mi abuela.

El mole estaba casi listo para la hora en que Don Lorenzo venía de su nueva actividad económica: un carrito donde vendía tortas a los traileros, sus antiguos compañeros. No le gustaba estar inactivo, incluso para el día de la Fiesta de San Luis Rey, fecha que siempre caía un aguacero sobre la ciudad, él se alistaba con sus hules gruesos negros y se iba a trabajar empujando su carrito. Va a llover, advertía. Y llovía aunque no hubiera la más mínima señal en el cielo. Don Lorenzo tenía esa capacidad que tienen los viejos para predecir el futuro inmediato, esas cosas que uno no sabe como ocurren hasta que los años le dan la experiencia para oler la humedad en el aire, o distinguir en las estrellas y las nubes nocturnas el aviso de una frágil ráfaga helada que se avecina.

Mis padres y yo íbamos con frecuencia a casa de Don Lorenzo y Doña Juana, mis abuelos paternos y el día de la fiesta de cumpleaños no podía ser la excepción. Llegábamos siempre temprano, incluso antes de que alguno de los tíos matara al cerdo que habríamos de engullir en la tremenda comilona preparada para el festejo. No se por que todo mundo se emperifollaba: las mujeres se ponían sus vestidos de telas delgadas y brillantes y los hombres vestían muy formales, nunca estuve de acuerdo con asistir demasiado arreglado a una fiesta tan familiar. Mi abuelo Lorenzo usaba como siempre, un sobretodo de mezclilla dura, al estilo de los ferrocarrileros, zapatos de trabajo, su sombrero de pelo de liebre y en el bolsillo su reloj de leontina bañada en oro de 18 kilates y cuadrante blanco de porcelana, un regalo de su hijo mayor en un cumpleaños anterior.

Ese día, el patio principal lucía impecable: sus pisos rojos de cemento bien lustrados, con olores frescos por las macetas recién regadas. Todo estaba más limpio que de costumbre, excepto el patio trasero, donde las gallinas encerradas en jaulas sostenían el debate diario con el perro pastor alemán que era su guardián protector, pero también el más molesto de sus vecinos. Ahí también estaba un árbol de granadas que en esa época daba los últimos frutos del año. Cerca de la barda que dividía el resto de la casa, el cerdo destazado se cocinaba en un gran cazo de cobre, hervido en su propia grasa y aderezado con cerveza y naranjas partidas por la mitad.

Y las canciones de José Alfredo Jiménez que amenizaban cada tertulia familiar en las que se encontraba mi abuelo Lorenzo, sonaban con improvisados mariachis formados por mi papá y mis tíos que hacían coros chillones y desafinados, pero eso si, muy enjundiosos.

Todos estos recuerdos me llegaron a la mente de un solo golpe, quizás está de moda nostalgiar. He pensado que si uno tiene la costumbre de recordar es porque ha vivido agradablemente. De niño tuve mi bici, ahora viajo en camión de a 4 pesos, pero eso me ha permitido andar de aquí para allá. Tuve Star Wars y Superman de niño. Tuve Lord of the Rings de adulto. Tuve al Gabo y a Alejandro Dumas de compañía adolescente. Tuve Archie y Tom y Jerry de niño y tengo semiótica, estructuralismo y lingüistica ahora. Tuve 10 kilos de menos cuando comía un gansito y un refresco durante todo el día por no comer las lentejas que había en casa y que ya me habían hartado después de un mes de ser menú único.

Tuve leche chipilo de niño, ahora de vez en cuando puedo tomar San Marcos Light que no me daña el estómago, pero descubrí los tés de manzana con canela. He descubierto una malsana pasión por los Hersheys, y en general por cualquier chocolate. Tuve el solitario para acompañar mis horas de ocio en mi primera oficina, luego llegó el Pin Ball y el primer internet con el sonido de conexión del módem. Luego daba mi reino por un cable de red, y el Prodigy y el Pentium 4. Hoy por hoy, no puedo vivir sin mi conexión de 2 Gb por cable.

Buena parte de mi vida han sido letras, cuentos, libros, novelas, periódicos. La lectura me maravilla, me pasma. Y siempre, siempre, me ha dado perspectiva.

Sólo soy un divertido coleccionista de guijarros.

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Publicado en el periódico El Informador del Mayo. Navojoa, Sonora

5 de abril de 2006

LOS CÁNDIDOS Y LOS OSCURANTISTAS

 “Los cazadores salen,
los cazadores bailan,
los cazadores sueñan
con un planeta
de brujas por quemar.
Los cazadores miran,
los cazadores buscan,
los cazadores prenden
una candela
para salvar a Dios”.

Silvio Rodríguez
Los Cazabrujas de Dores

-No estoy de acuerdo-, le espeté una vez a mi maestra de Historia del Arte y la Cultura, cuando cursaba el cuarto semestre de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, ante el planteamiento suyo de que el hombre ha tenido evoluciones físicas limitadas, que al mismo tiempo niega que especies simiescas sean el origen del género humano. La profesora Alicia, cofrade de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, comúnmente conocida como Opus Dei (Obra de Dios), como toda respuesta me ordenó tomar el resto de sus clases, durante los meses que restaban al curso, sentado junto al bote de la basura, condena que resistí estoicamente durante dos semanas y media, pues lo preferí a desdecirme como me lo pedía para levantar el castigo.

Decía la catedrática que, el Homo sapiens había sido producto de una evolución que lo llevó de un semimono bípedo y de mandíbulas cortas, a la constitución ósea que tenemos hoy en día. El planteamiento de “la monja”, como era conocida por todos los estudiantes, alegaba que las mandíbulas prominentes no eran una característica que formara parte del perfeccionamiento del hombre. Según ella, con la alimentación a base de carnes que al pasar por un proceso de cocción son más blandos, era científicamente imposible que repercutiera en la transmutación del Australopithecus al Homo erectus y después al Neardental y finalmente al Homo sapiens moderno. Cito la anécdota como referencia a la intolerancia que existe aún en los espacios destinados al pensamiento crítico y de análisis, que trasciende al resto de la sociedad.

Quizá sea por esa represión al intelecto que en nuestros días prevalece una cultura de la ignorancia y el absurdo, que no escapa a los tiempos electorales, en la que uno que otro cándido candidato se monta con la misma gracia que los simios que provocaron la discusión entre mi maestra y yo. De pronto brotan aspirantes hasta de las coladeras, y todos declaran que cuentan con la “experiencia y conocimiento, para convencer al pueblo de Navojoa”. Le juro, lector, que no se si reírme o llorar.

Creo sin temor a equivocarme que más de uno de esos pretendientes “preparados”, es incapaz de sostener una conversación seria sobre Historia o sobre filosofía, que son la base de la política, ya no digamos ciencia o literatura, y como consecuencia, tampoco son capaces de hacer planteamientos objetivos, fácticos, para solucionar la gran diversidad de necesidades de los navojoenses. A excepción de Onésimo Mariscales Delgadillo, que es profesor, no veo a ningún otro que pueda cumplir con el perfil, más allá del poco o mucho capital político con que cuenten en su currículum vitae. Y aunque algunos medios se empeñen en mostrarnos a esos candidatos como “ejemplares padres de familia”, “hombres con experiencia” y otros slogans meramente propagandísticos, lo cierto es que no cuentan con la capacidad para enfrentar el reto que significa ser alcalde de Navojoa.

La expresión política del Renacimiento del siglo XVIII, fue la Ilustración, que en Francia tomó el nombre de Enciclopedia y era encabezada por pensadores como Diderot,  Montesquieu y Francois-Marie Arouet, más conocido por su seudónimo de Voltaire, racionalista que criticó siempre y de manera sarcástica el absolutismo y la superstición por considerarlas alejadas de la razón y no sometidas al examen de la reflexión y el análisis. Sin duda, el vocablo más utilizado en  el siglo XVIII en literatura, filosofía y ciencia, es el de “racional”. Los intelectuales de éste siglo dieron a su época el nombre de “siglo de las luces”, refiriéndose a las luces de la lógica, de la inteligencia, que debía iluminarlo todo. Se da enorme importancia a la razón: el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo es real lo que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser rechazado como falso e inútil.

En el campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo: la mayor parte de los ilustrados son deístas, que afirman la existencia de un Dios creador y justo, pero consideran que el hombre no puede entrar en contacto con la divinidad, y por tanto no sabe nada de ella. De acuerdo con esto, los deístas rechazan las religiones  reveladas, pero al mismo tiempo practican la tolerancia religiosa, pues si todas las religiones valen lo mismo, todas deben ser  permitidas.

Voltarire escribió su novela satírica “Cándido o El Optimismo” en la que prevalece el optimismo. El héroe, que parte en busca de un futuro perdido en el espacio (el mejor de los mundos posibles), jamás se da por vencido. La búsqueda de este Cándido se lleva a cabo dentro del universo exterior y lejano al que persigue, alentado por su amigo Panglos y por el amor a Cunegunda, que no son ni la ilustración ni el saber, sino el prejuicio y el oscurantismo o, en opinión de Voltaire, la estupidez humana. Y precisamente por esto Cándido jamás podrá alcanzar su meta.

Los absolutistas y oscurantistas de hoy, con sus 137 delegados, le apuestan a confundir a los ciudadanos lucrando políticamente con la fe. “Gracias a Dios son candidatos”, aunque Dios no es militante blanquiazul. Los Cándidos de nuestros días, Convergen en lo mismo, con su ignorancia a cuestas, le apuestan a “convencer al pueblo de Navojoa” con promesas que no sabrán como solucionar. Para ellos, la premisa de Leibnitz, criticada por Voltaire en “El Cándido”, el mejor de los mundos posibles no es en el que vivimos, sino uno en el que ellos saqueen las arcas municipales. El absurdo total.

EPPUR SI MUOVE   X
(y sin embargo se mueve)

Esta noche te estoy buscando /En la primera de mis maldiciones /No supe ni como ni cuando / Empecé a escribirte canciones.

En la calle de mi infancia vi /Los descarríos almidonados /Por un instante yo me creí /Confundido entre los injuriados.

No lapidaron mi inocencia / Resistí invulnerable a todo /Opios mayores de indecencia / Sellan mi garganta con lodo.

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27 de marzo de 2006

EL PROGRESO Y EL VIEJO PRI


Todos los movimientos sociales importantes que registra la Historia, tienen un sustento ideológico de renovación y progreso, que explica a los regímenes de salida y a quienes los representan como obsoletos y disfuncionales, en tanto los grupos progresistas se identifican con las ideas de vanguardia.

Quizá no sea necesario citar ejemplos como el Renacimiento después de la Edad Media, con todos sus aportes sociales que se reflejaron de manera muy especial en la producción cultural; o como la Revolución Francesa que surgió con el lema de Libertad, Igualdad, Fraternidad, como las principales demandas de un pueblo subyugado que por años había sido sometido a la más cruenta tiranía monárquica; igualmente la Revolución Mexicana de 1810, que se forjó en ideales como Sufragio efectivo y no reelección, Tierra y libertad, que condensaban el sentimiento de los mexicanos de aquella época.

En resumen, los pueblos siempre se vinculan con los pensamientos nuevos en franca oposición a las viejas ideas de la política y a quienes las representan. Mucho se ha opinado que el candidato del PRI a la presidencia de la República, Roberto Madrazo Pintado, personifica precisamente a la vieja guardia de ese instituto político, a los llamados “dinosaurios” de la política, que dicho sea de paso, son directamente relacionados con la insatisfacción, el hastío, la rabia incluso, que mucha gente siente en contra de quienes ejercen el poder a todos los niveles en nombre del PRI.

Es innegable que en al interior del PRI, como de cualquier otro partido, existen fracciones, grupos de intereses específicos que pugnan internamente por el control del organismo en sí y por supuesto, de las candidaturas que en numerosas ocasiones son resultado de la presión que ejercen en mayor o menor medida las diferentes fuerzas que integran el conjunto político. Es lógico entonces pensar que esta diversidad de inclinaciones trae como consecuencia inconformidades que en muchas ocasiones se salvan mediante el acuerdo y la concertación. En otras, tales diferencias solamente sirven como depuración de oportunistas, una especie de lavado de estómago del que brotan las causas de las enfermedades.

Pensaba yo, ilusamente, hasta hace poco que, conscientes de esta situación, los instrumentadores de la campaña de Andrés Manuel López Obrador tendrían especial cuidado en este aspecto de la cuestión, que pondrían particular atención en no defraudar a sus seguidores y simpatizantes, presentándoles como prospectos al futuro gobierno perredista, a los mismos o parecidos cartuchos quemados que ha venido amamantando el PRI.  Pero me equivoqué. Una de las noticias que causó mayor revuelo en los días recientes, es la de la incorporación de Alfonso Durazo Montaño, ex secretario particular de Luis Donaldo Colosio y después del Presidente Vicente Fox Quesada, a la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Ahora es evidente que las férreas leyes de la política electorera rigen lo mismo para el PRI que para cualquier otro partido, aún los más radicales. Ahora me queda claro que, partiendo del axioma de que "las elecciones se ganan con votos", también para el PRD se impone aquella regla, que en sí es la negación de todo respeto a los principios, de que "en política siempre hay que sumar y nunca restar" (?¡); también aquí, por tanto, hay que dejar contentos a todos mediante "acuerdos de cúpula".

Y lo que es peor, hay que aceptar a todo el que se acerque, traiga nobles o viles motivaciones, para dar la imagen del propio fortalecimiento ante el desmoronamiento del enemigo. Si se quiere sumar a toda costa, no se puede ser muy escrupuloso en el juicio moral sobre los elementos que se suman. Y así, el país entero constata asombrado que las "listas" de candidatos presentadas por el PRD, parecen una réplica desvanecida, desdibujada, pero segura, de las listas del propio PRI. El mismo Andrés Manuel López Obrador, como Durazo Montaño, son trásfugas del PRI, como también lo es el coordinador de su campaña, Manuel Camacho Solís, que fuera un destacado integrante del gabinete del “innombrable” Salinas. El ex priísta Raúl Sifuentes Guerrero, quien este año se desempeñó aún como secretario de Gobierno del estado de Coahuila, será candidato al Senado por la coalición “Por el Bien de Todos”. Sifuentes presumió en 1999 de su cercanía con el ahora coordinador de las Redes Ciudadanas de AMLO, Ricardo Monreal, ex priísta y ex Gobernador de Zacatecas. En Chihuahua, otro ex priísta, Víctor Emilio Anchondo Paredes fue postulado como candidato al Senado por la misma coalición. Anchondo fue gobernador interino durante 2001 en la entidad. En Guanajuato no sólo encabezan las redes ex priístas hoy convertidos al perredismo, sino que lanzan comentarios sobre el partido que reflejan las divergencias. Y la lista sigue. Son los mismos de siempre, vino viejo en odres nuevos.

A la luz de estas realidades, se me antoja que no sería remoto que los alquimistas más viejos y colmilludos estuvieran contemplando, como solución para salvar al viejo PRI sin desmantelarlo, trasladarlo completito al seno del PRD. ¡Sería una maniobra genial!

EPPUR SI MUOVE   IX
(y sin embargo se mueve)

Decir que estoy en esta página / Sería mutilar mi pasado y futuro / Estoy, mas breve guiño / Sin la experiencia de mi destino / Sin la figura de cuando niño.

Estoy aquí, sin embargo / En este mundo dialéctico / Que congela mi pensamiento / En simples morfemas y gramemas /Signos arbitrarios / ¡Oh, Saussure! / Que se conjuntan y enlazan / Verbos de más.

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7 de marzo de 2006

GARCÍA MÁRQUEZ (o el amor en los tiempos del dengue y otros demonios)

Para Olivia, que las estrellas quiere conocer

Yo viajo siempre en camión, aunque en ocasiones, el limitado horario de este servicio me obliga a caminar por entre las calles de las colonias del oriente de la ciudad para llegar a mi casa. Cada vez que abordo la “línea uno” para llegar por entre los vericuetos de la colonia Nogalitos, cruzar el puente del canal de Las Pilas, para entrar por la colonia Allende y después a la Jacarandas, los paisajes de esa zona de Navojoa me evocan, indefectiblemente, los pueblos que aparecen en las narraciones fantásticas de Gabriel García Márquez.

Es que el calor agobiante, las hojas de los árboles, blanquecinas por el polvo que las cubre, las casas de adobes y la vista al canal, caudaloso como río, los arrabales vecinos de casas de cartón y madera, con horizontes de chaparrales y pastos secos que sirven de basureros con la ayuda del viento. Y más polvo. Todo ello en su conjunto da un aspecto novelesco. Hace unos meses, a la orilla del dren, justo al cruzar el puente de la colonia Nogalitos hacia la Allende -cuando se instaló un circo de tigres escuálidos y desganados, jamelgos anémicos y fatigados y payasos de semblantes descoloridos- pensaba yo en el paisaje tan pueblerino que de noche se veía iluminado por una hilera de focos amarillentos y atormentado por el fétido olor que emana de las aguas vecinas. Sólo el paso del tiempo y el empuje de los hombres reconstruyen las almas y el entorno, como ha ocurrido innegablemente en otras partes de la ciudad. Pero ahí no llega aún el progreso.

Todo parece inmóvil en aquella zona, apenas el paso del camión da un poco de vida con sus adioses a los niños que aprenden a entenderse con la pobreza de tanto padecerla por el derecho y por el revés, disimulada los domingos con algunas monedas en los bolsillos de sus pantalones de ir a misa. Ahí en ese puente cruzan tantos personajes como historias posibles, tan reales como mágicas, que desenmarañan episodios cotidianos, como el afilador de cuchillos viudo, huraño y de espesa barba sucia, con su termo lleno de café negro aún en el verano más ardiente; con sus bártulos en la misma bolsa de ixtle, que va de puerta en puerta ofreciendo su trabajo, o el avaro fotógrafo de bodas y bautizos, que usa los mismos zapatos color café desde hace tres años, el mismo que lleva años sin conciliar el sueño ante el temor de que el dinero que guarda dentro de su colchón no amanezca completo, noche tras noche cuenta los billetes con olor a dextol, los empalma uno sobre otro hasta cerciorarse de que es la misma cantidad que ayer, que no falta ninguno.

Ahí también cruzo yo con mi propia historia bajo el brazo, en caminatas a grandes trechos y con pasos firmes, solamente volteo atrás para mirar lo que he avanzado, y de vez en vez miro el reloj para medir si alcanzo a ganarle el paso al tren. Ahí en el polvo se plasman historias como huellas de pies descalzos, como picadura de mosco del dengue que vive en pútridas aguas, ese mosco que debilita, que causa dolores físicos, como el cólera, como el amor. Dicen los que saben, que el amor, para que sea valorado, debe tener algo de dolor y al mismo tiempo, experimentar un delicioso encanto.


Las novelas de García Márquez nos hacen disfrutar la vida con placer, una especie de hedonismo que surge aún en condiciones adversas, como una manera de aprendizaje cuando nos mantiene en suspenso y por ello nos hace imaginativos, cuando nos hace identificarnos con el héroe, reconocernos en las ideas del autor, cuando nos exalta la capacidad de asombrarnos, cuando nos hace reír. La realidad tiene la capacidad de conducirnos por esos mismos parajes y todo eso nos enseña a vivir.


Ese es el mérito del escritor colombiano, del que, entre historias de amores malogrados entre Fermina Daza, Juvenal Urbino y Florentino Ariza, de los Buendía Iguarán y el gitano Melquíades, de la lluvia durante 4 años, del secuestro de Maruja Pachón y su esposo Alberto Villamizar, de la rabia de Sierva María de Todos los Ángeles y su trenza que medía 11 metros y 22 centímetros, de la muerte anunciada de Santiago Nasar, aprendemos cuanto de mágica es la realidad.


Y podemos ver seres mágicos desfilando a nuestro alrededor cotidiano, personajes e historias que se quedan sin contar, que se empolvan como las hojas de los árboles, como los carros y los techos de las casas, que están ahí desde antes de que Remedios la Bella subiera a los cielos y el coronel Aureliano Buendía librara treinta y dos guerras y las perdiera todas.

Feliz cumpleaños 78, Maestro Gabo.

EPPUR SI MUOVE   VIII
(y sin embargo se mueve)

¿Quién puede robarse la noche? /Acaso un minuto de su silencio /Sin un trozo de luna / Ni luciérnagas ni frío.

¿Quién puede guardar las estrellas / En un rincón de su bolsillo? / Acaso mapas, signos, huellas / Trozos de piedra inerte, sin brillo.

Cualquier comentario acerca de esta columna polvorienta, puedes enviarlo al correo electrónicojcbalderas.urbi@gmail.com Buenos días.



Publicado en el periódico El Informador del Mayo. Navojoa, Sonora

23 de enero de 2006

RESURGIMIENTO DE LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA

 

A principios de la década de los 90´s, con la caída del muro de Berlín como consecuencia del desgaste de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de su sistema socialista (que en la praxis funcionaba como capitalismo de Estado, pero ese es otro tema), la configuración mundial apuntaba hacia la muerte natural de las izquierdas, hasta su desaparición total de la faz de la tierra. Sin embargo, el mundo se mueve, no sólo en el sentido que exponía Copérnico en el siglo XVI acerca de su teoría heliocéntrica, sino, sobre todo, en la acepción ontológica del término Dialéctica, que ya Spinoza como Heráclito aplicaban, mucho antes que Hegel, para definir la oposición de los contrarios y el resultado progresista de su confrontación.

Las sorprendentes elecciones presidenciales del 18 de diciembre de 2005 en Bolivia y del reciente 15 de enero en Chile no sólo significaron la confirmación de la victoria de los candidatos de izquierda, Juan Evo Morales Ayma y Michelle Bachelet, sino que también intensificó una tendencia que los observadores en Latinoamérica ya venían señalando: la política de la región, en particular de Sudamérica (a diferencia del resto de América Latina) se dirige hacia la izquierda y sus ciudadanos respaldan a una nueva generación de líderes escépticos de las panaceas económicas que durante tanto tiempo les vendió Washington. No obstante, la propia izquierda latinoaméricana acusa dos tendencias, un ala moderada, socialdemócrata, en donde figuran Néstor Kirchner de Argentina, Tabaré Vázquez de Uruguay, Luiz Inacio “Lula” da Silva en Brasil y Ricardo Lagos en Chile, y un ala radical en la que figuran, Víctor Hugo Chávez Frías en Venezuela y ahora Juan Evo Morales Ayma en Bolivia, encabezados por el presidente de Cuba,  Fidel Castro Ruz.

Particularmente, el asunto de la toma de posesión de Juan Evo Morales Ayma, como Presidente de Bolivia, el domingo pasado, toma especial interés internacional, no porque provenga de una humilde familia campesina e indígena, ni porque sea líder de los productores cocaleros, la famosa planta que sirve, entre otras cosas, para la elaboración de la cocaína, sino por su declarado antiimperialismo y su idea de nacionalizar los bienes petroleros de esa nación, es decir, por la amenaza de afectar los intereses de los grandes capitalistas estadounidenses en ese país sudamericano.

Pero, ¿qué es lo que ha originado esa orientación hacia la izquierda en la política sudamericana? A mi modo de ver, son dos las razones fundamentales: el endurecimiento de la política dominante de los Estados Unidos al término de la Guerra Fría y la incompetencia de los gobiernos tradicionales para resolver las necesidades básicas de sus pueblos. Acciones como el pretendido muro de la vergüenza, la invasión a Irak, como la misma prolongación del bloqueo comercial a Cuba, son causa del rechazo de los pueblos del sur del continente. Tradicionalmente, Sudamérica ha considerado a México como “el gigante latinoamericano”, por lo que es fácil deducir que, si en nuestro país hay un gran índice de pobreza, aquellos países padecen condiciones mucho peores para considerar al nuestro como de mayor desarrollo, lo cual quiere decir en buen español, que los gobiernos anteriores de esos países, no han sabido resolver los problemas más sentidos de sus habitantes, lo que viene a reflejarse en las elecciones, en la decisión de los pueblos para elegir otra opción por esa vía democrática. Hay que mirar los cambios que en una década ha experimentado la propia izquierda, que en todos los casos citados, -con la excepción de Cuba- han arribado al poder por la vía electoral, es decir, con el consentimiento de las mayorías, o al menos de las mayorías de quienes acudieron a emitir un sufragio.

En Perú, son fuertes las posibilidades de que el ex coronel ultranacionalista Ollanta Humala, del Partido Nacionalista, pueda hacerse con el poder en las elecciones presidenciales del próximo abril, según los sondeos demoscópicos. Su programa político, que se resume en la instauración de una Segunda República a través de una Asamblea Constituyente, rechaza los monopolios y la completa liberalización de la economía, y se define como antiimperialista, antisistema y antiglobalización. En El Salvador, la izquierda, aunque dividida en ortodoxos radicales y centro-izquierdistas, puede conseguir una considerable representación de diputados y alcaldes en las elecciones de marzo de 2006 y seguir siendo la alternativa de gobierno al derechista partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), en el poder desde hace 17 años.

México también tendrá elecciones en este año, y esta ola de izquierda en América Latina obliga a los analistas más conspicuos a opinar sobre el devenir de esta tendencia en nuestro país, pero para mi está claro que López Obrador, el  auto llamado el rayo de la esperanza, representa a las clases medias aburguesadas, que abandonando los postulados de la vieja izquierda mexicana, se han acomodado en la estructura del poder, aliándose con los sectores empresariales que defeccionaron del PRI, para revivir la vieja política corporativista y paternalista, que lejos de buscar la solución definitiva a los profundos problemas económicos y sociales que aquejan a la sociedad mexicana, pretende mediatizarlos con golpes efectistas de opinión pública y una “política social”, que consiste en la distribución controlada de raquíticos subsidios al consumo.

El mundo se mueve, decía yo al principio, lo que hace unos años parecía aniquilado, consumado, hoy florece magnificente en más de la mitad de los países del continente americano. Según la tercera ley del movimiento enunciada por Isaac Newton, “a toda acción corresponde una reacción, de igual magnitud pero en sentido contrario”, en este caso,  la “oleada de izquierda”, como la define el todavía mandatario chileno Ricardo Lagos, corresponde a la ofensiva que el gobierno norteamericano ha extendido sobre todo el continente, en su afán de dominio, pero también representa la voz de los millones de habitantes del continente, por gobiernos que sepan proveerlos de mejores niveles de vida.

EPPUR SI MUOVE   VII
(y sin embargo se mueve) 

Dije una chispa y se encendió el amor/ La pasión sin prudencia hoy nos visita /Unos huyen desesperados al temor /Otros gozan entre penumbras /Seres desnudos que pasean /En rededor de esta hoguera.

Cualquier comentario acerca de esta columna resurgida, puedes enviarlo al correo electrónicojcbalderas.urbi@gmail.com  Buenos días.

10 de enero de 2006

MI CASA, MIS COSTUMBRES

Para mi abuelo, donde quiera que esté.


Manuel Colunga Badillo era un militar de la época de la Revolución, hombre recio, de carácter fuerte, pero muy noble también. Luchó primero en el ejército federal, pero la tropa entera a la que perteneció se pasó al bando rebelde y quedaron al mando del general Saturnino Cedillo, en las filas de Pancho Villa. Lo recuerdo apoltronado en su silla de madera -con sus anteojos y su cabeza blanca como suelen ser todos los abuelos- ahí en su habitación con olor a naftalina y al tabaco fuerte que acostumbraba consumir.

Mi abuelo, desde que llegó al mundo, tuvo la virtud de reunir a toda la parentela en torno suyo, por el simple hecho de haber nacido un primero de enero de 1900, por lo que la celebración del año nuevo en mi familia materna era más bien un pretexto para festejar el cumpleaños del viejo.

Ahí estábamos, tíos, tías, primos, primas, hermanos, cuñados, sobrinos, hijos, nietos, abuelos, juntos como cada fin de año, rezando el rosario y la letanía, comiendo dulces que obteníamos por besar la figura del niño Dios que estaba en una charola llena de caramelos y galletas. La cena de año nuevo era acompañada con jarros de humeante ponche que los adultos combinaban con bebidas más fuertes. Pero no era lo solemne del festejo su principal atractivo, sino ese ánimo de estar acompañados por los seres más cercanos y queridos y que a veces sirvió de marco para dirimir esas pequeñas diferencias que ocurren entre familiares. Había sobre todo un gran respeto y cordialidad, en torno de la familia de mi abuelo Manuel.

Era mi casa de aquel entonces, donde las horas lejanas sobreviven en el recuerdo junto a los duendes que ocupan los rincones encantados de lo que fue mi habitación, ese cuarto antes inmenso, reducido por mi percepción de adulto, pero aún hay magia ahí. Aquel corredor tan lleno de helechos verdes y rosadas bugambilias que vivían en macetas de barro; aquel patio de baldosas amarillas carcomidas por el sol y la lluvia, que en torrentes inundaba la casa entera; aquel ventanal tan grande en la cocina, por donde se miraba a la abuela sin sus anteojos, apoltronada mientras hervía el puchero en la vieja estufa de petróleo, dispuesto para ser devorado por los gatos hambrientos y perezosos de la azotea y por el anciano perro que sigue atado en el patio trasero.

Esta casa de hoy es diferente, me acoge igual, me da la bienvenida, sin embargo, no hay aquí los sueños infantiles ni los ecos de épocas remotísimas como los domingos en el aquel mercado, con sus aguas frescas de colores y sus camiones repletos de rancheros y sus bolsas de pan, sus gallinas y sus flores.

Estas y otras remembranzas que me llegan en esta época cada año, dan un ingrediente especial al festejo del año nuevo y me dan también la oportunidad de reflexionar, de hacer una introspección y descubrir lo que debo modificar o renovar en mi vida. El recuerdo de mi abuelo me lleva indefectiblemente al de la abuela ausente y una a una se van concatenando las evocaciones de los parientes que ya no están.

Este año nuevo la cena será más sencilla, no habrá una reunión familiar tumultuosa como cuando tenía 8 años, quizá no haya ponche, ni otras bebidas, pero el recuerdo de mi abuelo, como desde hace muchos años, unifica a mi familia aún en la distancia. Aún suena el eco del macabro reloj de péndulo al dar las seis en la habitación del abuelo, sus pasos suaves, lerdos, aún se escuchan a esa hora en la puerta; perdura también la imagen del sombrero colgado en el perchero, y sus botines al pie de la cama y sobre el buró, el cenicero, sus lentes y la virgen, iluminados por esa bombilla ordinariamente sombría.

EPPUR SI MUOVE II
(y sin embargo se mueve)


Los mejores deseos para que el año 2006 sea mucho mejor y le llene a Usted, lector, de parabienes.

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Publicado en el periódico El Informador del Mayo. Navojoa, Sonora