27 de marzo de 2006

EL PROGRESO Y EL VIEJO PRI


Todos los movimientos sociales importantes que registra la Historia, tienen un sustento ideológico de renovación y progreso, que explica a los regímenes de salida y a quienes los representan como obsoletos y disfuncionales, en tanto los grupos progresistas se identifican con las ideas de vanguardia.

Quizá no sea necesario citar ejemplos como el Renacimiento después de la Edad Media, con todos sus aportes sociales que se reflejaron de manera muy especial en la producción cultural; o como la Revolución Francesa que surgió con el lema de Libertad, Igualdad, Fraternidad, como las principales demandas de un pueblo subyugado que por años había sido sometido a la más cruenta tiranía monárquica; igualmente la Revolución Mexicana de 1810, que se forjó en ideales como Sufragio efectivo y no reelección, Tierra y libertad, que condensaban el sentimiento de los mexicanos de aquella época.

En resumen, los pueblos siempre se vinculan con los pensamientos nuevos en franca oposición a las viejas ideas de la política y a quienes las representan. Mucho se ha opinado que el candidato del PRI a la presidencia de la República, Roberto Madrazo Pintado, personifica precisamente a la vieja guardia de ese instituto político, a los llamados “dinosaurios” de la política, que dicho sea de paso, son directamente relacionados con la insatisfacción, el hastío, la rabia incluso, que mucha gente siente en contra de quienes ejercen el poder a todos los niveles en nombre del PRI.

Es innegable que en al interior del PRI, como de cualquier otro partido, existen fracciones, grupos de intereses específicos que pugnan internamente por el control del organismo en sí y por supuesto, de las candidaturas que en numerosas ocasiones son resultado de la presión que ejercen en mayor o menor medida las diferentes fuerzas que integran el conjunto político. Es lógico entonces pensar que esta diversidad de inclinaciones trae como consecuencia inconformidades que en muchas ocasiones se salvan mediante el acuerdo y la concertación. En otras, tales diferencias solamente sirven como depuración de oportunistas, una especie de lavado de estómago del que brotan las causas de las enfermedades.

Pensaba yo, ilusamente, hasta hace poco que, conscientes de esta situación, los instrumentadores de la campaña de Andrés Manuel López Obrador tendrían especial cuidado en este aspecto de la cuestión, que pondrían particular atención en no defraudar a sus seguidores y simpatizantes, presentándoles como prospectos al futuro gobierno perredista, a los mismos o parecidos cartuchos quemados que ha venido amamantando el PRI.  Pero me equivoqué. Una de las noticias que causó mayor revuelo en los días recientes, es la de la incorporación de Alfonso Durazo Montaño, ex secretario particular de Luis Donaldo Colosio y después del Presidente Vicente Fox Quesada, a la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Ahora es evidente que las férreas leyes de la política electorera rigen lo mismo para el PRI que para cualquier otro partido, aún los más radicales. Ahora me queda claro que, partiendo del axioma de que "las elecciones se ganan con votos", también para el PRD se impone aquella regla, que en sí es la negación de todo respeto a los principios, de que "en política siempre hay que sumar y nunca restar" (?¡); también aquí, por tanto, hay que dejar contentos a todos mediante "acuerdos de cúpula".

Y lo que es peor, hay que aceptar a todo el que se acerque, traiga nobles o viles motivaciones, para dar la imagen del propio fortalecimiento ante el desmoronamiento del enemigo. Si se quiere sumar a toda costa, no se puede ser muy escrupuloso en el juicio moral sobre los elementos que se suman. Y así, el país entero constata asombrado que las "listas" de candidatos presentadas por el PRD, parecen una réplica desvanecida, desdibujada, pero segura, de las listas del propio PRI. El mismo Andrés Manuel López Obrador, como Durazo Montaño, son trásfugas del PRI, como también lo es el coordinador de su campaña, Manuel Camacho Solís, que fuera un destacado integrante del gabinete del “innombrable” Salinas. El ex priísta Raúl Sifuentes Guerrero, quien este año se desempeñó aún como secretario de Gobierno del estado de Coahuila, será candidato al Senado por la coalición “Por el Bien de Todos”. Sifuentes presumió en 1999 de su cercanía con el ahora coordinador de las Redes Ciudadanas de AMLO, Ricardo Monreal, ex priísta y ex Gobernador de Zacatecas. En Chihuahua, otro ex priísta, Víctor Emilio Anchondo Paredes fue postulado como candidato al Senado por la misma coalición. Anchondo fue gobernador interino durante 2001 en la entidad. En Guanajuato no sólo encabezan las redes ex priístas hoy convertidos al perredismo, sino que lanzan comentarios sobre el partido que reflejan las divergencias. Y la lista sigue. Son los mismos de siempre, vino viejo en odres nuevos.

A la luz de estas realidades, se me antoja que no sería remoto que los alquimistas más viejos y colmilludos estuvieran contemplando, como solución para salvar al viejo PRI sin desmantelarlo, trasladarlo completito al seno del PRD. ¡Sería una maniobra genial!

EPPUR SI MUOVE   IX
(y sin embargo se mueve)

Decir que estoy en esta página / Sería mutilar mi pasado y futuro / Estoy, mas breve guiño / Sin la experiencia de mi destino / Sin la figura de cuando niño.

Estoy aquí, sin embargo / En este mundo dialéctico / Que congela mi pensamiento / En simples morfemas y gramemas /Signos arbitrarios / ¡Oh, Saussure! / Que se conjuntan y enlazan / Verbos de más.

Cualquier comentario acerca de esta columna depurada de oportunistas, puedes enviarlo al correo electrónicojcbalderas.urbi@gmail.com    Buenos días

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