“Los cazadores salen,
los cazadores bailan,
los cazadores sueñan
con un planeta
de brujas por quemar.
Los cazadores miran,
los cazadores buscan,
los cazadores prenden
una candela
para salvar a Dios”.
Los Cazabrujas de Dores
-No estoy de acuerdo-, le espeté una vez a mi maestra de Historia del Arte y la Cultura, cuando cursaba el cuarto semestre de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, ante el planteamiento suyo de que el hombre ha tenido evoluciones físicas limitadas, que al mismo tiempo niega que especies simiescas sean el origen del género humano. La profesora Alicia, cofrade de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, comúnmente conocida como Opus Dei (Obra de Dios), como toda respuesta me ordenó tomar el resto de sus clases, durante los meses que restaban al curso, sentado junto al bote de la basura, condena que resistí estoicamente durante dos semanas y media, pues lo preferí a desdecirme como me lo pedía para levantar el castigo.
Decía la catedrática que, el Homo sapiens había sido producto de una evolución que lo llevó de un semimono bípedo y de mandíbulas cortas, a la constitución ósea que tenemos hoy en día. El planteamiento de “la monja”, como era conocida por todos los estudiantes, alegaba que las mandíbulas prominentes no eran una característica que formara parte del perfeccionamiento del hombre. Según ella, con la alimentación a base de carnes que al pasar por un proceso de cocción son más blandos, era científicamente imposible que repercutiera en la transmutación del Australopithecus al Homo erectus y después al Neardental y finalmente al Homo sapiens moderno. Cito la anécdota como referencia a la intolerancia que existe aún en los espacios destinados al pensamiento crítico y de análisis, que trasciende al resto de la sociedad.
Quizá sea por esa represión al intelecto que en nuestros días prevalece una cultura de la ignorancia y el absurdo, que no escapa a los tiempos electorales, en la que uno que otro cándido candidato se monta con la misma gracia que los simios que provocaron la discusión entre mi maestra y yo. De pronto brotan aspirantes hasta de las coladeras, y todos declaran que cuentan con la “experiencia y conocimiento, para convencer al pueblo de Navojoa”. Le juro, lector, que no se si reírme o llorar.
Creo sin temor a equivocarme que más de uno de esos pretendientes “preparados”, es incapaz de sostener una conversación seria sobre Historia o sobre filosofía, que son la base de la política, ya no digamos ciencia o literatura, y como consecuencia, tampoco son capaces de hacer planteamientos objetivos, fácticos, para solucionar la gran diversidad de necesidades de los navojoenses. A excepción de Onésimo Mariscales Delgadillo, que es profesor, no veo a ningún otro que pueda cumplir con el perfil, más allá del poco o mucho capital político con que cuenten en su currículum vitae. Y aunque algunos medios se empeñen en mostrarnos a esos candidatos como “ejemplares padres de familia”, “hombres con experiencia” y otros slogans meramente propagandísticos, lo cierto es que no cuentan con la capacidad para enfrentar el reto que significa ser alcalde de Navojoa.
La expresión política del Renacimiento del
siglo XVIII, fue la Ilustración, que en Francia tomó el nombre de Enciclopedia
y era encabezada por pensadores como Diderot,
Montesquieu y Francois-Marie
Arouet, más conocido por su seudónimo de Voltaire, racionalista que criticó siempre
y de manera sarcástica el absolutismo y la superstición por considerarlas
alejadas de la razón y no sometidas al examen de la reflexión y el análisis. Sin duda, el vocablo más utilizado en el siglo XVIII en literatura, filosofía y
ciencia, es el de “racional”. Los intelectuales de éste siglo dieron a su época
el nombre de “siglo de las luces”, refiriéndose a las luces de la lógica, de la
inteligencia, que debía iluminarlo todo. Se da enorme importancia a la razón:
el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo es real lo
que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser
rechazado como falso e inútil.
En el
campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo: la
mayor parte de los ilustrados son deístas, que afirman la existencia de un Dios
creador y justo, pero consideran que el hombre no puede entrar en contacto con
la divinidad, y por tanto no sabe nada de ella. De acuerdo con esto, los
deístas rechazan las religiones
reveladas, pero al mismo tiempo practican la tolerancia religiosa, pues
si todas las religiones valen lo mismo, todas deben ser permitidas.
Voltarire escribió
su novela satírica “Cándido o El Optimismo” en la que prevalece el optimismo.
El héroe, que parte en busca de un futuro perdido en el espacio (el mejor de
los mundos posibles), jamás se da por vencido. La búsqueda de este Cándido se
lleva a cabo dentro del universo exterior y lejano al que persigue, alentado
por su amigo Panglos y por el amor a Cunegunda, que no son ni la ilustración ni
el saber, sino el prejuicio y el oscurantismo o, en opinión de Voltaire, la
estupidez humana. Y precisamente por esto Cándido jamás podrá alcanzar su meta.
Los absolutistas y oscurantistas de hoy, con sus 137 delegados, le apuestan a confundir a los ciudadanos lucrando políticamente con la fe. “Gracias a Dios son candidatos”, aunque Dios no es militante blanquiazul. Los Cándidos de nuestros días, Convergen en lo mismo, con su ignorancia a cuestas, le apuestan a “convencer al pueblo de Navojoa” con promesas que no sabrán como solucionar. Para ellos, la premisa de Leibnitz, criticada por Voltaire en “El Cándido”, el mejor de los mundos posibles no es en el que vivimos, sino uno en el que ellos saqueen las arcas municipales. El absurdo total.
EPPUR
SI MUOVE X
(y sin embargo se mueve)
Esta noche te estoy buscando /En la primera de mis maldiciones /No supe ni como ni cuando / Empecé a escribirte canciones.
En la calle de mi infancia vi /Los descarríos almidonados /Por un instante yo me creí /Confundido entre los injuriados.
No lapidaron mi inocencia / Resistí invulnerable a todo /Opios mayores de indecencia / Sellan mi garganta con lodo.
Cualquier comentario acerca de esta columna racionalista, puedes enviarlo al correo electrónico: jcbalderas.urbi@gmail.com Buenos días.
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