9 de junio de 2011

ÁNADE

Henchido de naturaleza vasta

Con una pértiga ceremoniosa

Miro tu blanca desnudez de casta

Y del amor tu figura ansiosa


Con aviesas manos busco tu espacio

Bebo el agua salada de tu cuello

Poco a poco la sed ligera sacio

Queda en los poros de tu piel mi sello


Como ánade cadenciosa caminas

Sobre tus hombros hermosas guedejas

Miro abismado tus caderas finas

Cuando bajas del cielo y te alejas


Después del amor eres más hermosa

Desde mi lecho admiro tus formas

No estoy hablando de divas ni de diosas

Es tu silueta que está entre las sombras.

8 de junio de 2011

MUCHACHA SIN SOMBRERO

Detrás del cristal inquieto pregunto
Si comienza fría a llegar la escarcha
O es esa estrella la que tienes junto
¿Dónde esta tu sombrero, muchacha?

Agosto moja de lluvia tus cabellos
Tan largos cual si fueran ríos
El sol deja en ti los destellos
Cálidos cual si fueran míos

¿Dónde esta tu sombrero, muchacha?
Se lo ha llevado el viento, dijiste
Era una brisa fuerte de buena racha
Que ha dejado un ave sin alpiste

Del suave perfume que tú llevas
El aire ha esparcido aquel aroma
Vienen con tormenta buenas nuevas
Pues ha vuelto a su nido la paloma

MUCHACHA CON SOMBRERO


Esa muchacha de sombrero alón


Repite la escena como cada día


Abre las puertas con un bello son


Descubierto para fortuna mía


Un singular reparto de alegría


Canta cantando la misma canción


Viene desde lejos esa melodía


Canta cantando con el corazón


Dejando dulzura donde no la había


La fruta que sabe como ambrosía



Sensato a la espera que vengas


Siempre puntual, cual relojería


El sombrero puesto como una arenga


Descubro tus formas, tu anatomía


Y soy un esclavo de la geometría


Que en un verso corto quiere descifrar


Cuando llega el sol como eucaristía


A trocarse oleaje de un inmenso mar


Que actúa perfecto como sinfonía


Fugaz e impreciso cual filosofía.



¿Qué será de ti cuando seque tu árbol?


¿Qué de tu alegría y de tu sonrisa


nívea inmaculada que parece mármol,


fresca y suave como en el mar la brisa?



Ya no habrá néctar posado en tus brazos


Ya no volverán tus pasos a caminar aprisa


Ni los sueños a esconderse en el ocaso


O las horas a viajar en el bolsillo de mi camisa.

2 de junio de 2011

CASA

Yo llevo una casa
que canta contigo
la misma canción

Silvio Rodríguez.


Aquel corredor tan lleno de helechos verdes y rosadas bugambilias que vivían en macetas de barro; aquel patio de baldosas amarillas carcomidas por el sol y la lluvia, que en torrentes inundaba la casa entera; aquel ventanal tan grande en la cocina, por donde se mira a la abuela sin sus anteojos, apoltronada mientras hierve el puchero en la vieja estufa de petróleo, dispuesto para ser devorado por los gatos hambrientos y perezosos de la azotea y por el anciano perro que sigue atado en el patio trasero.

Así es la casa de mi infancia, donde las horas lejanas sobreviven en el recuerdo junto a los duendes que ocupan los rincones encantados de lo que fue mi habitación, ese cuarto antes inmenso, reducido por mi percepción de adulto, donde se asomaba la luna luminosa por las noches y su resplandor alumbraba mis sueños, pero aún hay magia ahí.

Todavía vive ahí mi risa original, mis noches largas y mis primarios miedos, todo sigue igual. El amor evolucionó en esa morada, cumplió su ciclo natural y hoy renace de mí, impugna los años y certifica su inmortalidad, mi casa sigue siendo mía.

Aún suena el eco del macabro reloj de péndulo al dar las seis en el cuarto del abuelo, sus pasos suaves, lerdos, aún se escuchan a esa hora en la puerta; perdura también la imagen del sombrero colgado en el perchero, y sus botines al pie de la cama y sobre los buroes el cenicero y sus lentes, iluminados por esa bombilla ordinariamente sombría. El mozo de uniforme militar sigue en el cuadro, con su rostro noble y su fusil a guisa de bordón, revive el olor a naftalina y a tabaco fuerte.

El tiempo parece no pasar por ese universo, sólo falta el pájaro que moraba en la jaula del zaguán, aquella inocente avecilla que cantaba tan temprano que sus trinos despertaban al inocente sol de abril.

Esta casa de hoy es diferente, me acoge igual, me da la bienvenida, sin embargo, no hay aquí los sueños infantiles ni los ecos de épocas remotísimas como los domingos en el aquel mercado, con sus aguas frescas de colores y sus camiones repletos de rancheros y sus bolsas de pan, sus gallinas y sus flores. En cambio, hay esperanzas que no conocía antes, los anhelos de mis primeros años fueron trocados por un enanito que se introduce por mi oreja mientras duermo, limpia la basura y las piedras inservibles que yacen en mi razón.

El entorno es mi casa más amplia, extensión de mi todo, es un hogar colectivo donde se comparten las canciones y los buenos días, los olores del pan y las coloridas paletas de hielo.

Ese hogar se eterniza, se dilata hasta donde abarcan mis memorias, mis deseos no conquistados. La casa me protege, es mi nido donde se resguardecen los sueños de las casas que aspiro habitar y los recuerdos de las casas donde he vivido, la casa me permite soñar y recordar.