La democracia, para que lo sea,
requiere de consensos en las decisiones más importantes. Ningún Estado que se
autodenomine democrático puede ejercer la simple voluntad de quienes ostentan
los máximos cargos públicos con la excusa de la representación popular.
Cuando los ciudadanos acudimos a
las urnas para elegir gobernantes, lo hacemos con la convicción de que aquellos
por quienes emitimos un sufragio son los hombres y mujeres más indicados para
desempeñar la responsabilidad de dirigir a un país, un estado o un municipio;
que son los más preparados con los conocimientos generales que le permitan
hacer el mejor diagnóstico de la problemática social y, por ende, también
sabrán aplicar la mejor solución para cada situación concreta, auxiliados por
especialistas en cada uno de los aspectos del ejercicio del poder.
Es cierto que los gobernantes
pueden contar en sus equipos con hombres y mujeres con experiencia vasta,
conocedores de contextos muy específicos, pero, sin lugar a dudas, el
gobernante debe propiciar la participación de la sociedad, como el elemento más
indispensable para el ejercicio de sus funciones. El vínculo entre gobernantes
y gobernados -lo que Jürgen Habermas llama Democracia deliberativa- implica la
discusión pública y el diálogo con los ciudadanos como forma del progreso
colectivo. Se trata de ejercicios de comunicación con el objetivo de alcanzar
un consenso basado en la fuerza de los argumentos y no en la imposición de una
posición.
Parece que, en el asunto del
aumento del impuesto predial, el cabildo de Navojoa, el alcalde Jorge Alberto
Elías Retes y los diputados, pasaron por alto esta condición de la democracia.
No hubo discusión con los diversos sectores, ni siquiera una información de las
buenas intenciones que se proyectan con la captación de mayores recursos para
el municipio. Todo se mantuvo en
secrecía por “razones políticas”. Como si la armonía entre gobernantes y
gobernados no fuera una razón política de suficiente peso. La soberbia se
impuso paralela al incremento.
Apenas el viernes, cuando el
asunto ya es irreversible, hubo acercamiento, en una reunión que los
empresarios afiliados a Coparmex solicitaron con el presidente municipal. El
diálogo se dio, respetuoso. Las tesis de lo que pudo haber sido afloraron, e
incluso los desacuerdos, pero sin aspavientos. Un diálogo maduro con un
resultado dialéctico, del que, tanto las autoridades como los empresarios,
salieron conformes y con acuerdos. Sus tesis opuestas evolucionaron en una mayor
que unifica los dos criterios: el progreso del municipio.
Los empresarios se llevaron una
idea más amplia de lo que significa la decisión, de lo que implica el
sacrificio de los contribuyentes, con la esperanza de realmente “llevar a
Navojoa al siguiente nivel”, en los hechos y no sólo como una frase
propagandística. Total, lo peor que puede ocurrir es que haya un poco más de
deuda para el municipio (la diferencia entre lo que se proyecta recaudar y la
recaudación real). El alcalde, por su parte, se llevó una muy buena lección de
política: la democracia, para que sea real, requiere de consensos en las
decisiones más importantes.
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