30 de abril de 2014

NIÑOS JORNALEROS, CRECER CONTRA NATURA

La localidad de Villa Juárez, en el municipio de Navolato, es una parada más para los jornaleros agrícolas itinerantes. La temporada de cosecha en Sinaloa atrae a unos 250 mil migrantes que arriban desde estados del sur del país como Oaxaca y Guerrero. Aproximadamente 14 mil son niños.

En la plaza principal de Navolato se ve a trabajadores agrícolas caminando de un lado a otro entre los puestos de comida del mercado y un local que funciona como terminal de autobuses. Afuera hay un puesto de refrescos en cuya pared una cartulina verde exhibe un letrero que solicita trabajadores para uno de los tantos campos agrícolas de la zona.

Justo enfrente se detuvo el camión de tercera clase que trajo a Gonzalo Hernández con su esposa Gloria y sus tres hijos de 14, 12 y nueve años respectivamente, procedentes de Tlapa, Guerrero; ellos rentaron un cuartucho en el que apenas caben.
Gloria duerme en una cama con Marianita, la de 12. Gonzalo pernocta tirado en el piso; Gonzalito y Manuel se acurrucan en uno de los rincones con una cobija sucia para ambos. En el cuarto no hay abanico y el baño es colectivo para todas las personas que ocupan los 12 cuartos de la casa de huéspedes.
A pesar de las iniciativas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para erradicar el trabajo de los menores de 14 años en los campos agrícolas de Sinaloa, los hijos de Gonzalo acompañan a sus padres con el propósito de laborar y contribuir al gasto familiar.
El pequeño Manuel abandonó el cuarto grado de primaria en su pueblo natal, como lo hace cada año, y ya en Sinaloa ingresó a una escuela para hijos de jornaleros pero con frecuencia falta a clases porque tiene que irse a la pisca con sus hermanos.
Datos de la organización Save the Children señalan que en el territorio de Sinaloa hay más de 33 mil niños trabajando como jornaleros agrícolas, más de la tercera parte son migrantes y el resto, unos 18 mil, son hijos de jornaleros de la entidad, principalmente de la zona serrana y los municipios de El Fuerte, Guasave, Salvador Alvarado, Angostura, Elota y el área rural de Culiacán.
Es un lunes caluroso en esta región del estado; el termómetro registra casi 40 grados. Toda la familia, con excepción del pequeño Manuel, se fue a trabajar desde muy temprano en la cosecha de tomate.
El acuerdo dice que a los dos infantes se les pagarán 70 pesos por jornal, que equivale a la recolección de 100 cubetas de tomate, que no se pagarán si no se completa la tarea. Los adultos ganan 10 pesos más por el mismo trabajo, aún cuando rebasen la cantidad establecida de cubetas.
Con la cabeza, la nariz y la boca cubiertas, los niños trabajan arduamente; sus manos pequeñas han adquirido experiencia en este trabajo, pero su piel aún no se acostumbra a las filosas espinas de los tallos.
Mariana se expresa como una mujer de más edad, su gesto es sobrio y le indica a su hermano mayor cómo hacer la pisca sin lastimarse. El viento del este es fuerte y caliente, levanta una polvareda que envuelve en una nube de polvo y aumenta el suplicio de los trabajadores.
El día anterior, Marianita estuvo enferma. Sus padres no están afiliados a ningún sistema de seguridad social y tuvieron que llevarla con un médico que cobra 30 pesos la consulta, pero no pudieron comprarle todas las medicinas que éste le recetó. Hoy no se siente bien, pero se levantó para ir a trabajar porque su madre dice que “ese dinerito es buena ayuda”.
Manuel, por su parte, tiene problemas de aprendizaje. Este año repite el cuarto grado y aún le es difícil hacer operaciones básicas de matemáticas. Desde hace unos meses sus padres se dieron cuenta que el menor de sus hijos necesita usar lentes; lo comprendieron al verlo acercarse demasiado al cuaderno para poder leer, pero no lo han llevado al optometrista por falta de dinero. “Voy a juntar pa´ llevarlo”, dice Gonzalo en tono de desconsuelo.
Una de estas tardes, después de casi 10 horas de trabajo, Marianita sólo juntó 82 cubetas de tomate y no recibió paga a pesar de todo el esfuerzo que hizo para completar las 100 que necesitaba para ganarse 70 pesos que actualmente no alcanzan ni para comer bien dos veces al día, ya no digamos las tres comidas que todo infante debe ingerir para crecer fuerte y sano.

Publicado en la revista Buzos de la Noticia.

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