3 de diciembre de 2008

EL DERECHO A LA VIVIENDA DIGNA

 “Un hombre no es más que otro si no hace más que otro”

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha

Por Juan Carlos Balderas Colunga

Uno de los grandes problemas en el México de nuestra época, es la falta de vivienda digna para cientos de miles de familias de escasos recursos que sobreviven hacinadas en los cinturones de miseria de las grandes urbes y en el campo. Casas hechas de láminas de cartón, sin los servicios más elementales, de diminutas dimensiones en las que sus moradores tienen que apilar sus pocas pertenencias, y en el mismo y reducido espacio, apretujados, hacer un sitio para “vivir”.

Este cuadro refleja una parte de lo que la desigualdad social ha suscitado a lo largo y ancho del territorio de nuestro país ante la displicencia de quienes deberían procurar las condiciones para que este derecho elemental que es el de vivir de manera decorosa, estuviese garantizado para todos quienes residan en México.

Las opciones de los ciudadanos para adquirir una vivienda son pocas. Por un lado, los programas oficiales son limitados y se enfocan meramente a la asignación de créditos, a través del Instituto Nacional de Fomento a la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), por el otro, las empresas que se dedican a este ramo no pretenden ser solucionadoras del problema, su único interés es vender, por lo que una gran parte de su trabajo se enfoca a la construcción de viviendas de lujo. El Estado no cuenta con un programa real, que se enfoque a la construcción de centros urbanos destinados a la habitación digna, que cuente con los servicios más elementales como agua, electricidad, drenaje y espacios recreativos.

En el mejor de los casos, los gobiernos estatales cuentan con Institutos de la Vivienda que en la realidad sólo sirven para colocar a los amigos del gobernante en turno en la nómina oficial.

Esa apatía del Estado para atender este problema auténtico, genera que sean los propios ciudadanos los que se organicen para lograr un patrimonio digno, a través de la invasión de terrenos en desuso, o bien la compra de extensiones de terreno más o menos amplias para la formación de colonias. En cualquiera de las dos opciones, los ciudadanos tienen que recurrir al mismo gobierno, que con anticipación ha demostrado desinterés para proveer de viviendas a quienes lo necesitan, para solicitar auxilio en los procesos legales para regular la propiedad del terreno que habitan y así poder acceder a la introducción de servicios básicos como el agua potable, la electricidad y otras necesidades que obligatoriamente debe proporcionar el Estado.

En muchas ocasiones, esos ciudadanos no encuentran otra cosa más que una dosis mayor de apatía, promesas de solución que no se cumplen, incluso funcionarios que solicitan grandes sumas de dinero para “iniciar los trámites”, que sobra decir que en muchas ocasiones, tales aportaciones nunca quedan registradas y los solicitantes se quedan sin el dinero y sin solución a su pretensión de obtener un patrimonio.

El peor de los casos es el de los muchos presidentes municipales que se oponen tajantemente y hasta con métodos represivos y argucias legaloides, a que los ciudadanos organizados se instalen en el municipio que gobiernan y que consideran de su propiedad como si fueran señores feudales, con argumentos característicos de su estulticia, como negarles el derecho a una vivienda digna solamente porque “no nacieron aquí” o porque pertenecen a tal o cual partido político que no es el del alcalde en turno; incluso he leído en diversos diarios del país que tal o cual presidentillo no concede el uso del suelo para viviendas porque considera –él y sólo él- que las condiciones de pobreza en las que viven las personas que se organizan, representan una contaminación visual, contrastante con la imagen de progreso que pretenden dar con vías a ser electos en un puesto público de mayor jerarquía.

La indiferencia de las autoridades para resolver este problema es sintomática de la insensibilidad que existe en los gobiernos para atender las necesidades auténticas de los ciudadanos, esas con las que prometen terminar cuando están en campaña.

EPPUR SI MUOVE XVII
(y sin embargo, se mueve)

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Publicado en Queo.com.mx. Culiacán, Sinaloa

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