7 de noviembre de 2008

EL ESPEJISMO BARACK OBAMA

 Por Juan Carlos Balderas Colunga

Mucho se ha escrito de la victoria electoral obtenida por Barack Hussein Obama para convertirse en el primer presidente de raza negra en la historia de los Estados Unidos. Cientos, tal vez miles de medios de comunicación en el mundo han consignado el triunfo como histórico, por las condiciones en que este hecho ocurrió.

Cierto es que Obama tuvo que sortear más obstáculos por ser de una raza distinta a la que el establishment norteamericano impone como prototipo, sin embargo y pese a ello, no puede decirse que por el simple hecho de haber obtenido una mayoría en las preferencias de los votantes, el racismo se ha superado en los Estados Unidos, como algunos medios aseguran.

El contexto de optimismo que gira en torno a la victoria del próximo presidente, se manifiesta como símbolo de esperanza, de cambio, como él mismo lo señaló en su discurso de campaña, mensaje que cobra fuerza en la misma proporción que los estadounidenses han visto afectado su nivel de vida, especialmente en el ámbito económico. Es decir, la promesa de un cambio sólo ha tenido sentido y por lo tanto, ha sido aceptada por los ciudadanos, en las circunstancias propias del momento. Porque la percepción general, al menos desde el exterior de los Estados Unidos, era (o es) que el habitante promedio goza de un buen nivel de vida en ese país, por ser la nación más poderosa del planeta. Con todo y la crisis que existe en el país vecino, muchos migrantes aún tratan de cruzar la frontera buscando mejores oportunidades que en sus países de origen.

El apoyo ciudadano que recibió la campaña de Obama, se debe en gran parte, precisamente a este deseo generalizado de modificar las condiciones actuales, en las que el sentimiento nacionalista que distingue a los estadounidenses se ve decaído debido a la crisis que ha resonado con estrépito en los últimos meses, no sólo en lo económico, sino en aspectos en los que tradicionalmente, los Estados Unidos habían tenido una hegemonía cómoda y sin oposición: el militar, el deportivo e incluso, su poderío sobre América Latina, que se han desacreditado gradualmente en los últimos ocho años.

En el aspecto militar, Irak y Afganistán no han motivado el patriotismo de los norteamericanos, que antes orgullosos ostentaban su dominio sobre todos los países. Mientras las grandes empresas trasnacionales, en alianza con el gobierno de Bush,  intentaban, por medio de una guerra inventada con pretextos absurdos, obtener beneficios económicos en medio Oriente, perdía aliados en muchos países de América Latina con la toma del poder de hombres que representan a la izquierda, Bolivia y Ecuador se sumaron a un nuevo bloque que es encabezado por Cuba y Venezuela, al que ya se habían adherido Argentina, Uruguay, y más moderadamente Brasil, con políticas económicas abiertamente opuestas al modelo que acostumbraban imponer los estadounidenses.

En lo deportivo, Estados Unidos dejó de ser el país más poderoso en los Juegos Olímpicos recientes, en los que fueron superados por China, la nación anfitriona.

Esas condiciones son las que han generado un sentimiento de decepción de los norteamericanos. El voto de castigo para Bush y su partido era algo esperado. Así lo revelaron las encuestas, al menos en los últimos tres meses. 

Por esas situaciones, el argumento del cambio pregonado por Obama suena factible y definitivamente necesario. El papel de Obama será, entonces, oxigenar al capitalismo estadounidense, que gradualmente ha perdido dominio del mundo, a partir de la consolidación de los nuevos bloques económicos como la Unión Europea; el Mercosur, el más representativo de América Latina, que no el único; la ASEAN, una unión de gigantes en tamaño y riqueza que adhiere a Tailandia, Malasia, Filipinas, Indonesia, Vietnam, Laos, Camboya, entre otros, que son eminentemente exportadores de manufacturas y que tienen como gran vecino a la potente y poblada China, a Japón y Corea, principalmente.

Mediante la aplicación de medidas keynesianas, como el aumento del gasto público, (como ejemplo lo anunciado en materia de seguros médicos), para controlar la economía en crisis, Obama tiene enfrente la gran tarea de sacar del bache a los Estados Unidos, su segura llegada al poder en enero próximo será el inicio de una nueva forma de hacer política en ese país, pero eso no garantiza que en los países pobres, especialmente de Latinoamérica y muy en particular el nuestro, se refleje en relaciones que contribuyan al progreso. Por el contrario, ya se habla del endurecimiento de la política migratoria, ante la presión de los sindicatos norteamericanos para preservar los empleos existentes, garantizando que la desocupación no afecte a los norteamericanos de origen, lo que seguramente se reflejará en más deportaciones.

El planteamiento de la revisión del TLC con México y Canadá, no buscará otra cosa que las nuevas condiciones favorezcan, aún más, a los propios empresarios estadounidenses. Tal vez Obama sea significado de esperanza en su país, pero no para los países pobres.

A pesar de que se ha difundido una imagen de Obama como un hombre de origen humilde, al final de cuentas, como Presidente, su compromiso es con la clase poderosa  del Partido Demócrata que se alterna el poder con los Republicanos. Los buenos augurios para  el arribo de Obama a la Presidencia de los Estados Unidos, son solamente un espejismo.

EPPUR SI MUOVE XVI
(y sin embargo, se mueve)

Mouriño logró lo que nadie: Negociar con la “izquierda” y con el PRI la reforma energética, aunque aún no se sabe a cambio de qué, pero el próximo año hay elecciones en varios estados; quedar impune de tráfico de influencias por sus negocios con Pemex; y lograr que el estado mexicano le rindiera homenajes póstumos a un español y que Televisa los difundiera completos y vistiera de luto a sus comentaristas lacayos de Tercer Grado. Descanse en paz.

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Publicado en Queo.com.mx. Culiacán, Sinaloa

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