Por Juan Carlos Balderas Colunga
Miles de campesinos pertenecientes a diferentes organizaciones marcharon ayer en la capital de la República y en al menos nueve estados, entre ellos Sinaloa, con la intención de manifestar su desacuerdo al capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, (TLCAN) que entró en vigencia hace un mes exacto y exigir su renegociación para que, maíz, frijol y azúcar, producidos en México, puedan competir con esos mismos productos de orígenes estadounidense y canadiense.
Desde hace poco más de un mes, se ha venido tratando el asunto como si la renegociación fuera la salvación del agro que, durante años ha carecido de verdadera atención, especialmente desde que el país inició un proceso de industrialización, de aplicación de capitales, desde que México se convirtió en lo que los especialistas llaman “economía de mercado” (con todo y sus limitaciones) que ha dejado rezagado en ese sentido a una parte del campo mexicano.
Y es que en una sociedad cuya economía se basa en la producción de mercancías, es decir, productos para la compra-venta, los antiguos modos de producción de satisfactores para el autoconsumo, junto con la producción digámosle artesanal, están destinadas a desaparecer frente a las grandes empresas.
Sin ser un experto, y a riesgo de equivocarme, siempre pongo como ejemplo la producción de zapatos, que otrora se hacía manualmente en pequeños talleres, en los cuales muchas veces una misma persona hacía toda la labor de producción: curtir la piel, cortar, coser, pegar, etcétera. Pues bien, esos talleres ya no existen precisamente porque ese proceso de industrialización, esos pequeños fabricantes fueron devorados por grandes industrias que fabrican el mismo producto en mayores cantidades y por lo mismo a menor costo.
Lo mismo pasa en el campo, aquellos productores que producen alimentos en una o dos hectáreas, con el único fin de autoabastecerse; aquellos otros que tienen excedentes minúsculos para venderlos al mercado, no pueden competir con las empresas que han invertido capital para regar, para comprar maquinaria y fertilizantes, para acceder a mejores tecnologías de producción como son los invernaderos o las semillas mejoradas. Es lógico entonces, que hoy veamos como el capitalista del campo desplaza al pequeño productor y al campesino que trabaja para el autoconsumo.
Por eso creo que el intríngulis en el asunto de la entrada en vigor del capítulo agrario del TLC, el verdadero problema no es la falta de subsidios del gobierno, ni la liberación de aranceles a productos de la canasta básica en la comercialización entre Canadá, Estados Unidos y México.
Más bien, el problema radica, desde mi modesto punto de vista, en que el campesino (me refiero al pequeño productor, al ejidatario y al comunero) ha sido excluido de la capitalización del agro, nadie pensó que el desarrollo que implica la inversión debería llevarse también a esos sectores, aplicando métodos de organización auténtica, la formación de cooperativas agropecuarias con asesoría profesional en técnicas de producción y en materia financiera, en comercialización e incluso en la generación de productos secundarios, es decir, plantas procesadoras de alimentos y otras materias primas cuyo origen es la tierra cultivable.
Mi pregunta es: ¿Para qué se va a renegociar?, ¿Para mantener los modelos de producción rudimentarios y continuar con la vida campesina regida por los sagrados “usos y costumbres”?
Las movilizaciones de ayer tienen ese sentido, preservar las condiciones de supervivencia y condenar por la eternidad al campesino a ser dependientes de las migajas que con la nominación de “incentivos a la producción” les otrorga el gobierno para garantizar únicamente que no se mueran de hambre, pero nunca para mejorar de modo fundamental su nivel de vida.
No hay autenticidad en la demanda de renegociar el TLC solo por idealizar el “mexican curious” , carnada para el turismo, en que un sector de la izquierda pretende convertir al campesino, so pena de poner el grito en el cielo ante cualquier intento de involucrar al campesino en actividades generadoras de productos para el mercado, es decir, convertirlo en capitalista del campo.
Desde mi punto de vista, la verdadera solución que requiere el campo en nuestro país no es perpetuar la agricultura precapitalista, sino generar un desarrollo de las actividades primarias y con ello, aumentar y reforzar la producción de materias primas transformadas.
EPPUR SI MUOVE V
(y sin embargo se mueve)
Danza
Aquí estamos
Con la luna iluminándonos la cara
Y el viento de manta al hombro.
La lluvia cae Como esperanza de bondad en la tierra
Bocas que alimentar urgen esa presencia.
Es de madrugada
Todo se mueve
El día se hizo a las tres de la mañana
Y el sol sigue durmiendo
Ritual aparte
El agua inunda mis pies
Es hora de cerrar la acequia
Danza nocturna del maíz.
Cualquier comentario acerca de esta columna que no se negocia, puedes enviarlo al correo electrónico: jcbalderas.urbi@gmail.com
Publicado en Queo.com.mx. Culiacán, Sinaloa
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