Por Juan Carlos Balderas Colunga
Partamos de una realidad concreta: la industria petrolera mexicana no está en su mejor momento. Hay que puntualizar que hace muchos años que en PEMEX no ha trabajado en los últimos sexenios en exploración de nuevos pozos, ni en generación de tecnología avanzada para la extracción en aguas profundas, menos aún en la renovación de todo el equipo existente.
Lo que muchos mexicanos no entendemos es por qué una empresa que es el sostén de la economía nacional, no es atendida por el gobierno con la importancia proporcional a la magnitud de la paraestatal y de sus problemáticas concretas.
Pero no creo que la empresa más grande de México, la que maneja el capital más abultado, tenga problemas de falta de dinero para esos trabajos. Más bien, según creo, ha faltado voluntad. Incluso pienso que muchos de los males que aquejan a la paraestatal, son totalmente premeditados, intencionales, para convencer al país de que la empresa no tiene futuro mientras esté en manos del estado, que es necesaria la intervención de capitales privados para salvarla o incluso, que el único remedio que nos queda a los mexicanos es venderla a quienes si cuentan con la tecnología, a los que sí sabrán manejarla y hacerla redituable.
Los partidarios de la privatización, con cierto disimulo insisten en que no se trata de tal, sino que la bendita inversión privada, nacional o extranjera, es la alternativa bienhechora ante la insolvencia del gobierno para la exploración intensiva de nuevos yacimientos (puesto que los actualmente en explotación están a punto de agotarse) y menos para adquirir la sofisticada tecnología necesaria para extraer petróleo de grandes profundidades marinas, como las que hay en el Golfo de México.
Pero aquel que invierte capital siempre espera una ganancia, la esencia de toda propiedad en general reside en la cuestión de quién es el beneficiario de la misma, ya que de nada sirve tener en la mano el título de propiedad legal de un bien si, a la hora de los hechos, no se reciben los beneficios correspondientes, por eso, lo que se propone es una privatización de hecho, de manera gradual, aunque se conserve formalmente la propiedad nacional.No es entonces la inversión privada lo que requiere PEMEX, sino una reestructuración total y a fondo, que comience por una administración honesta a toda prueba y que el gobierno deje de ordeñar sus finanzas, a través de impuestos, de manera irracional.
La ineptitud con que se maneja PEMEX es evidente por la falta de una política seria de industrialización y de crecimiento de nuestro aparato productivo que se apoye en nuestra reserva petrolera. No hay planes para procesar el petróleo en nuestro propio país y convertirlo en fuente de empleo, de buenos salarios y de materias primas (incluidos los combustibles que requiere nuestro sistema de transporte) para la industria nacional.
De que nos ha servido tener el petróleo, si no sabemos, siquiera, producir gasolinas sin azufre y sin plomo que al final terminamos comprando en el extranjero.
Por eso creo que el alboroto mediático de que el petróleo se nos acabará en 9 años si no accedemos a la inversión privada, no es causa del agotamiento de las reservas, sino de las presiones de los poderosos que nos compran el crudo y nos lo venden ya procesado. Lo quieren todo.
EPPUR SI MUOVE VI
(y sin embargo se mueve)
Con su embozo deslumbrante / Brillo de oro y diamante / Viene la muerte en veneno / Con apariencia de bueno.
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Publicado en Queo.com.mx. Culiacán, Sinaloa
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