15 de abril de 2024

TODOS LOS NOMBRES

Hay libros de cuentos y novelas que me gusta releer para encontrar detalles que en ocasión anterior no consideré importantes, o a veces por el simple gusto de volver a experimentar los placeres de repetir el viaje. Así he ido a Ítaca varias veces, las mismas que he visto crecer a Telémaco mientras su padre combate en una guerra que no es suya, pero es el héroe que la determina después de 10 años de combate.
Así también volví hoy a abrir las puertas batientes de una vieja Conservaduría del Registro Civil para volver a buscar a Don José, el escribiente con más años en esa oficina que siempre huele a papel viejo. Y es que el autor de esta novela siempre describe episodios que bien pudieran ser cátedras de lingüística en cualquier universidad del mundo y eso me resulta particularmente atractivo en sus textos. Llevar la novela a ser portadora de una visión filosófica, pero además aterrizar el conocimiento humano en el día a día de personajes sencillos, simples y mortales como Don José, se logra solo cuando quien escribe es un conocedor profundo de diversas disciplinas del saber.

Es un placer regresar a Todos los nombres, de José Saramago. 



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