Dicen que nadie aprende en cabeza ajena.
Muchos teóricos de la Historia hacen de esta afirmación (dicha, claro, en
términos más elegantes y refinados) la piedra angular de su tesis de que el
desarrollo de las sociedades humanas no puede ni debe ser concebido como un
proceso lineal en permanente ascenso, sino como una sucesión de ciclos, de
círculos que se cierran sobre sí mismos prácticamente sin conexión los unos con
los otros; en fin, como un eterno volver a comenzar. Es falso, dicen, que los
hombres se aprovechen de la experiencia de las generaciones que les
antecedieron y que se apoyen en ella para seguir construyendo el edificio del
progreso y el bienestar social; la verdad es que, aquejados de una curiosa
amnesia política, del pasado sólo ven y recuerdan lo bueno y olvidan totalmente
lo malo; y del presente, por el contrario, sólo distinguen lo negativo y
pierden de vista, absolutamente, lo que de positivo pudiera haber en él. Así se
explica aquella visión de que todo tiempo pasado fue mejor, y así también la
mitificación de ciertos personajes, que alguna vez se distinguieron en los
ámbitos de la política y que, algunos años después, pretenden regresar como los
sine qua non, como indispensables en
un eterno movimiento pendular, van y vienen. El hombre, según este punto de
vista, está condenado a repetir sus errores.
Todo
esto viene a cuento porque, en los días que corren, los medios de comunicación
han consignado las pretensiones del ex alcalde Carlos Quiroz Narváez, de
contender para obtener la candidatura del Partido Acción Nacional a la
presidencia municipal de Navojoa, que se ha iniciado con una propaganda ya muy
socorrida de víctimizar al personaje en cuestión otorgándole la bandera de
mártir. Me refiero por supuesto al caso de las facturas apócrifas, (léase
fraude fiscal) que emanó de la administración que encabezó el también llamado
“Pilinqui”, cuyo proceso se mantiene vigente en el Órgano de Control y
Evaluación Gubernamental de Navojoa.
El expediente del
caso, cabe aclarar, se mantiene abierto desde hace meses, mucho, pero mucho
tiempo antes de que Quiroz hiciera patente su deseo de buscar por segunda vez
la alcaldía, lo que por sí solo echa por la borda los argumentos de la
dirigencia panista, de involucrar a través de la Contraloría municipal, a la
administración que encabeza el alcalde Gustavo Mendívil Amparán, de hacerla
aparecer como instrumento para impedir que Quiroz sea candidato, como si la
simpatía popular fuera avasalladora y Quiroz representase sumo peligro para la
continuidad del PRI en la presidencia municipal. De esto tengo mis dudas, creo
que el actual delegado de la Procuraduría Agraria no goza de la popularidad y
el prestigio que desearía para aspirar a ser un contendiente serio, amén de que
el partido que ahora milita carece de la estructura territorial, sobre todo en
el área rural, para llevarlo nuevamente a ocupar la presidencia municipal.
Ni que decir de lo
que ha logrado el alcalde Mendívil, su trabajo honesto y las obras que se ven
por todas partes, que se notan, hablan por sí solas de los nuevos tiempos que
vive el Partido Revolucionario Institucional, le dan fuerza y sustento a las
convicciones de mejorar la imagen de la ciudad y, sobre todo, la calidad de
vida de los ciudadanos, es un trabajo que hasta destacados militantes de
partidos opositores reconocen.
El resultado del
caso de las facturas apócrifas no se puede vaticinar, sería imprudente asegurar
que hay elementos para comprobar la inocencia o culpabilidad de alguien en este
asunto, lo cierto es que en la existencia del
proceso, los panistas (los que apoyan a Quiroz, que no son todos, ni por
mucho), acusan temor de que a la postre, ese asunto resulte pernicioso para sus
propósitos.
Quienes
se dedican a la actividad política hacen su propia historia, pero son las
circunstancias creadas por cada quien, legadas por su propio pasado, las que
determinan la confianza o el descrédito de la gente para ocupar tal o cual
cargo, es decir, el desempeño de cada quien lo coloca, al final, en el lugar
que se merece.
Desde mi modesta opinión, queda claro que la propaganda en torno al regreso del “Pilinqui” -mote que, curiosamente, en la jerga de Panamá significa tacaño y en lenguaje náhuatl significa marchitado, arrugado-, a la alcaldía de Navojoa, dice todo lo contrario de lo que se busca y se quiere en los hechos. Resulta evidente que el PAN está recurriendo al viejo ardid de querer ocultar verdades amargas para el pueblo tras una cortina de sofismas y razonamientos alambicados y lisonjeros, pensando que la gente no descubrirá la contradicción y la maniobra o que, en caso de hacerlo, se olvidará pronto de la burla. Aunque Maquiavelos liliputienses digan lo contrario, la verdad da siempre, en cualquier circunstancia, mejores resultados que la mentira más elaborada.
Este
episodio me recuerda la idea con la que inicia Carlos Marx su obra titulada El
18 brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice en alguna
parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal
aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como
tragedia y la otra como farsa”, es decir, una vez como personajes principales,
con importancia, y otra como ridículos payasos. Estoy convencido que estamos acudiendo al ocaso de un mito.
Publicado en el periódico El Informador del Mayo
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