23 de enero de 2006

RESURGIMIENTO DE LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA

 

A principios de la década de los 90´s, con la caída del muro de Berlín como consecuencia del desgaste de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de su sistema socialista (que en la praxis funcionaba como capitalismo de Estado, pero ese es otro tema), la configuración mundial apuntaba hacia la muerte natural de las izquierdas, hasta su desaparición total de la faz de la tierra. Sin embargo, el mundo se mueve, no sólo en el sentido que exponía Copérnico en el siglo XVI acerca de su teoría heliocéntrica, sino, sobre todo, en la acepción ontológica del término Dialéctica, que ya Spinoza como Heráclito aplicaban, mucho antes que Hegel, para definir la oposición de los contrarios y el resultado progresista de su confrontación.

Las sorprendentes elecciones presidenciales del 18 de diciembre de 2005 en Bolivia y del reciente 15 de enero en Chile no sólo significaron la confirmación de la victoria de los candidatos de izquierda, Juan Evo Morales Ayma y Michelle Bachelet, sino que también intensificó una tendencia que los observadores en Latinoamérica ya venían señalando: la política de la región, en particular de Sudamérica (a diferencia del resto de América Latina) se dirige hacia la izquierda y sus ciudadanos respaldan a una nueva generación de líderes escépticos de las panaceas económicas que durante tanto tiempo les vendió Washington. No obstante, la propia izquierda latinoaméricana acusa dos tendencias, un ala moderada, socialdemócrata, en donde figuran Néstor Kirchner de Argentina, Tabaré Vázquez de Uruguay, Luiz Inacio “Lula” da Silva en Brasil y Ricardo Lagos en Chile, y un ala radical en la que figuran, Víctor Hugo Chávez Frías en Venezuela y ahora Juan Evo Morales Ayma en Bolivia, encabezados por el presidente de Cuba,  Fidel Castro Ruz.

Particularmente, el asunto de la toma de posesión de Juan Evo Morales Ayma, como Presidente de Bolivia, el domingo pasado, toma especial interés internacional, no porque provenga de una humilde familia campesina e indígena, ni porque sea líder de los productores cocaleros, la famosa planta que sirve, entre otras cosas, para la elaboración de la cocaína, sino por su declarado antiimperialismo y su idea de nacionalizar los bienes petroleros de esa nación, es decir, por la amenaza de afectar los intereses de los grandes capitalistas estadounidenses en ese país sudamericano.

Pero, ¿qué es lo que ha originado esa orientación hacia la izquierda en la política sudamericana? A mi modo de ver, son dos las razones fundamentales: el endurecimiento de la política dominante de los Estados Unidos al término de la Guerra Fría y la incompetencia de los gobiernos tradicionales para resolver las necesidades básicas de sus pueblos. Acciones como el pretendido muro de la vergüenza, la invasión a Irak, como la misma prolongación del bloqueo comercial a Cuba, son causa del rechazo de los pueblos del sur del continente. Tradicionalmente, Sudamérica ha considerado a México como “el gigante latinoamericano”, por lo que es fácil deducir que, si en nuestro país hay un gran índice de pobreza, aquellos países padecen condiciones mucho peores para considerar al nuestro como de mayor desarrollo, lo cual quiere decir en buen español, que los gobiernos anteriores de esos países, no han sabido resolver los problemas más sentidos de sus habitantes, lo que viene a reflejarse en las elecciones, en la decisión de los pueblos para elegir otra opción por esa vía democrática. Hay que mirar los cambios que en una década ha experimentado la propia izquierda, que en todos los casos citados, -con la excepción de Cuba- han arribado al poder por la vía electoral, es decir, con el consentimiento de las mayorías, o al menos de las mayorías de quienes acudieron a emitir un sufragio.

En Perú, son fuertes las posibilidades de que el ex coronel ultranacionalista Ollanta Humala, del Partido Nacionalista, pueda hacerse con el poder en las elecciones presidenciales del próximo abril, según los sondeos demoscópicos. Su programa político, que se resume en la instauración de una Segunda República a través de una Asamblea Constituyente, rechaza los monopolios y la completa liberalización de la economía, y se define como antiimperialista, antisistema y antiglobalización. En El Salvador, la izquierda, aunque dividida en ortodoxos radicales y centro-izquierdistas, puede conseguir una considerable representación de diputados y alcaldes en las elecciones de marzo de 2006 y seguir siendo la alternativa de gobierno al derechista partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), en el poder desde hace 17 años.

México también tendrá elecciones en este año, y esta ola de izquierda en América Latina obliga a los analistas más conspicuos a opinar sobre el devenir de esta tendencia en nuestro país, pero para mi está claro que López Obrador, el  auto llamado el rayo de la esperanza, representa a las clases medias aburguesadas, que abandonando los postulados de la vieja izquierda mexicana, se han acomodado en la estructura del poder, aliándose con los sectores empresariales que defeccionaron del PRI, para revivir la vieja política corporativista y paternalista, que lejos de buscar la solución definitiva a los profundos problemas económicos y sociales que aquejan a la sociedad mexicana, pretende mediatizarlos con golpes efectistas de opinión pública y una “política social”, que consiste en la distribución controlada de raquíticos subsidios al consumo.

El mundo se mueve, decía yo al principio, lo que hace unos años parecía aniquilado, consumado, hoy florece magnificente en más de la mitad de los países del continente americano. Según la tercera ley del movimiento enunciada por Isaac Newton, “a toda acción corresponde una reacción, de igual magnitud pero en sentido contrario”, en este caso,  la “oleada de izquierda”, como la define el todavía mandatario chileno Ricardo Lagos, corresponde a la ofensiva que el gobierno norteamericano ha extendido sobre todo el continente, en su afán de dominio, pero también representa la voz de los millones de habitantes del continente, por gobiernos que sepan proveerlos de mejores niveles de vida.

EPPUR SI MUOVE   VII
(y sin embargo se mueve) 

Dije una chispa y se encendió el amor/ La pasión sin prudencia hoy nos visita /Unos huyen desesperados al temor /Otros gozan entre penumbras /Seres desnudos que pasean /En rededor de esta hoguera.

Cualquier comentario acerca de esta columna resurgida, puedes enviarlo al correo electrónicojcbalderas.urbi@gmail.com  Buenos días.

10 de enero de 2006

MI CASA, MIS COSTUMBRES

Para mi abuelo, donde quiera que esté.


Manuel Colunga Badillo era un militar de la época de la Revolución, hombre recio, de carácter fuerte, pero muy noble también. Luchó primero en el ejército federal, pero la tropa entera a la que perteneció se pasó al bando rebelde y quedaron al mando del general Saturnino Cedillo, en las filas de Pancho Villa. Lo recuerdo apoltronado en su silla de madera -con sus anteojos y su cabeza blanca como suelen ser todos los abuelos- ahí en su habitación con olor a naftalina y al tabaco fuerte que acostumbraba consumir.

Mi abuelo, desde que llegó al mundo, tuvo la virtud de reunir a toda la parentela en torno suyo, por el simple hecho de haber nacido un primero de enero de 1900, por lo que la celebración del año nuevo en mi familia materna era más bien un pretexto para festejar el cumpleaños del viejo.

Ahí estábamos, tíos, tías, primos, primas, hermanos, cuñados, sobrinos, hijos, nietos, abuelos, juntos como cada fin de año, rezando el rosario y la letanía, comiendo dulces que obteníamos por besar la figura del niño Dios que estaba en una charola llena de caramelos y galletas. La cena de año nuevo era acompañada con jarros de humeante ponche que los adultos combinaban con bebidas más fuertes. Pero no era lo solemne del festejo su principal atractivo, sino ese ánimo de estar acompañados por los seres más cercanos y queridos y que a veces sirvió de marco para dirimir esas pequeñas diferencias que ocurren entre familiares. Había sobre todo un gran respeto y cordialidad, en torno de la familia de mi abuelo Manuel.

Era mi casa de aquel entonces, donde las horas lejanas sobreviven en el recuerdo junto a los duendes que ocupan los rincones encantados de lo que fue mi habitación, ese cuarto antes inmenso, reducido por mi percepción de adulto, pero aún hay magia ahí. Aquel corredor tan lleno de helechos verdes y rosadas bugambilias que vivían en macetas de barro; aquel patio de baldosas amarillas carcomidas por el sol y la lluvia, que en torrentes inundaba la casa entera; aquel ventanal tan grande en la cocina, por donde se miraba a la abuela sin sus anteojos, apoltronada mientras hervía el puchero en la vieja estufa de petróleo, dispuesto para ser devorado por los gatos hambrientos y perezosos de la azotea y por el anciano perro que sigue atado en el patio trasero.

Esta casa de hoy es diferente, me acoge igual, me da la bienvenida, sin embargo, no hay aquí los sueños infantiles ni los ecos de épocas remotísimas como los domingos en el aquel mercado, con sus aguas frescas de colores y sus camiones repletos de rancheros y sus bolsas de pan, sus gallinas y sus flores.

Estas y otras remembranzas que me llegan en esta época cada año, dan un ingrediente especial al festejo del año nuevo y me dan también la oportunidad de reflexionar, de hacer una introspección y descubrir lo que debo modificar o renovar en mi vida. El recuerdo de mi abuelo me lleva indefectiblemente al de la abuela ausente y una a una se van concatenando las evocaciones de los parientes que ya no están.

Este año nuevo la cena será más sencilla, no habrá una reunión familiar tumultuosa como cuando tenía 8 años, quizá no haya ponche, ni otras bebidas, pero el recuerdo de mi abuelo, como desde hace muchos años, unifica a mi familia aún en la distancia. Aún suena el eco del macabro reloj de péndulo al dar las seis en la habitación del abuelo, sus pasos suaves, lerdos, aún se escuchan a esa hora en la puerta; perdura también la imagen del sombrero colgado en el perchero, y sus botines al pie de la cama y sobre el buró, el cenicero, sus lentes y la virgen, iluminados por esa bombilla ordinariamente sombría.

EPPUR SI MUOVE II
(y sin embargo se mueve)


Los mejores deseos para que el año 2006 sea mucho mejor y le llene a Usted, lector, de parabienes.

Cualquier comentario acerca de esta columna nostálgica, puedes enviarlo al correo electrónico:jcbalderas.urbi@gmail.com

Publicado en el periódico El Informador del Mayo. Navojoa, Sonora