Por Juan Carlos Balderas Colunga
-¡Espurio!- gritó una vez y fue suficiente para que, de ser un estudiante brillante en matemáticas, con alto coeficiente intelectual, pero totalmente anónimo, pasara a ser popular y mediático; considerado por muchos como una especie de adalid de la democracia, paladín de la justicia y mártir de la libertad de expresión.
El acto en el que Felipe Calderón entregó el Premio Nacional de la Juventud a 16 jóvenes, trascendió en los medios de comunicación, más por el atrevimiento de uno de ellos y otro que estaba entre los invitados, además de la reacción del Estado Mayor Presidencial, que por el motivo que los reunió, que era reconocer el mérito de los galardonados.
Pelirrojo, de cabellos largos, Andrés Leonardo Gómez Emilsson, a sus 17 años de edad hizo suyo el calificativo acuñado por su tocayo Andrés Manuel López Obrador para afrentar a Calderón. Era algo que ya había preparado, pues algunos minutos antes, cuando el Presidente le entregó el reconocimiento y el cheque por 150 mil pesos, el joven le negó el saludo.
Tal vez el asunto no hubiese pasado a más (como no sucedió en ocasiones anteriores que el mandatario ha recibido este tipo de insultos), de no ser por dos cuestiones. La primera es que en ese momento del discurso, Calderón se refería a la libertad como un valor de esta época, la segunda es lo que sucedió después del agravio, cuando los elementos del Estado Mayor se lo llevaron y lo mantuvieron detenido por más de una hora, para después remitirlo a la agencia del ministerio público, exhibiendo así descaradamente el autoritarismo que priva en el Gobierno Federal.
Cierto es que este tipo de represalias del gobierno no deberían existir a estas alturas del siglo 21, que el muchacho simplemente hizo uso de su derecho de decir lo que piensa. Innegable es también que las libertades en México están restringidas, especialmente lo que se refiere a la Libertad de Expresión, pero la cuestión no puede referirse sin decir que lo que hizo el estudiante premiado carece de toda congruencia, al haber aceptado un premio del gobierno que encabeza el presidente al que no reconoce como tal. Esa es una actitud evidentemente falaz, es decir, propia de un espurio.
Andrés Gómez, no es, pues, más que un inquieto mozuelo irreverente, cuya travesura trascendió por el contexto más que por lo que dijo. Si el adolescente hubiese sido más inteligente, habría aprovechado para cuestionar algo más actual, algo que cuestionara la eficacia real de la supuesta lucha contra el crimen organizado; o su necedad por privatizar Pemex bajo el disfraz de “inyección de recursos”, o su alianza con Elba Esther y las canonjías que le ha otorgado a la lideresa, a sus familiares y a sus allegados como Kawaghi, o al menos decirle algo por mantener al españolete Mouriño en gobernación. En vez de eso, el adolescente se aventó un refrito para resucitar el calificativo que AMLO puso de moda en el 2006.
La libertad en México es un mito, lo saben todos los ciudadanos que ven violadas sus garantías individuales, los comerciantes ambulantes de muchas ciudades que son perseguidos por buscar un sustento para su familia; los obreros que son despedidos por pretender organizarse en sindicatos auténticos, los que luchan por una vivienda digna aunque muchos gobernantes se opongan en algunos casos y en otros hasta repriman esa lucha; lo saben también los jóvenes que ven truncadas sus carreras por carecer de dinero para continuar sus estudios, y muchos etcéteras más.
Por eso, cuando Calderón da ese discurso de la Libertad y se le llena la boca, los mexicanos de a pie sabemos que es un recurso retórico vacío de contenido y nada más.
Pero también la osadía de Andrés es un mito, en tanto que su insulto refiere un asunto del pasado electoral y no las omisiones verdaderamente importantes para la vida de los ciudadanos comunes, aunque “asimetrías estadísticas” presuman cualquier fraude, porque los hombres urgen satisfactores a sus necesidades primarias, que son más importantes que la defensa del presunto triunfo de una “izquierda” hipócrita.
EPPUR SI MUOVE XV
(y sin embargo, se mueve)
Esta semana se conmemora el cuarenta y un aniversario luctuoso de Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Ché. Por ese motivo me permito estos versos, fragmento de un texto mayor:
Enormes sentimientos de amor/ Y de justicia me guían / A esa resurrección / Que va entre balas y arcilla. / Entre la huella y la sangre / Donde tu estampa campea/ Entre los seres del hambre/ El milagro merodea. / En el carro de la historia/ Sigues estando presente / Con tu fuerza, con tu temple / Con tu lucha, con tu gloria / ¡ Hasta la victoria, siempre!
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Publicado en Queo.com.mx. Culiacán, Sinaloa